Sí, habéis oído bien, intento seguir lo más cerca posible los pasos de don Bosco siendo salesiano. ¡Qué fuerte! ¿No? Pues dímelo a mí. “¿Yo salesiano? Venga, vete con el cuento a otro”. Como veis esto era algo impensable para mí hace unos años. Y ahora aquí estoy, siendo lo que me parecía imposible. A menudo me preguntan que por qué soy salesiano. La verdad es que responder a esta pregunta resulta difícil. A lo largo de nuestra vida, Dios se hace presente para nosotros en muchas ocasiones: en las personas con las que nos relacionamos y en las experiencias y situaciones que nos acontecen cada día. A mí me costó mucho darme cuenta de esto, y me sigue costando. Pero si nos paramos a pensar en esta presencia de Dios en nuestra vida, entonces entendemos el por qué de lo que nos ocurre. Yo empecé a darme cuenta cuando en segundo de Bachillerato cambié la pregunta de ;i>qué quiero hacer en la universidad, por la de ;i>qué quiero ser en mi vida. Ya estaba muy comprometido en la asociación juvenil, en el colegio… Tenía la inquietud de ayudar a los demás. Entonces fue cuando miré a mi alrededor y descubrí a los salesianos. ¿Por qué yo no podía ser uno de ellos? Me entró miedo, pero pronto los temores desaparecieron. Entonces me di cuenta también de lo que Dios me quiere, porque cada experiencia, buena o mala, y cada persona, han aportado a lo largo de mi vida lo que soy ahora. Todo es un regalo de Dios, por eso le doy gracias. Hace poco que soy salesiano y reconozco que mi vida ha cambiado a mejor. Sigo buscando cada día, con alegría, ser feliz, aunque cuesta. Es Dios el primero que quiere que seamos felices y quien tiene pensado un proyecto para cada uno de nosotros. Como dice el refrán: “Nunca digas de este agua no beberé”. Mírame a mí, quién me lo iba a decir.
No hay Comentarios