Vuelvo, de nuevo, sobre el tema de la familia, al que quisiera dedicarle varios artículos, ante la inminente visita del Papa a España, motivada precisamente por el Encuentro de las Familias que va a tener lugar en Valencia. Se cumplen además veinticinco años de la promulgación de la exhortación apostólica de Juan Pablo II, ;i>Familiaris consortio, y el Rector Mayor nos ha regalado este año un precioso aguinaldo con el que nos invita a prestar especial atención a la familia. En esta primera reflexión quiero invitar a contemplar la realidad social en la que nos movemos, a fijarnos en la situación que está atravesando la institución familiar. No es, efectivamente, nada halagüeña. Recientemente así nos lo hace ver la publicación del ;i>Informe de Evolución de la Familia en España 2005. Sus datos resultan sencillamente demoledores. Me fijaré solamente en algunos.Unión matrimonial y natalidad El primero se refiere a la población: el índice de natalidad ha registrado un “vertiginoso descenso” de casi el treinta por ciento desde 1980. Esto significa que, en España, la población mayor de 65 años supera en más de un millón a los menores de 14, cuando en los años ochenta había cuatro millones más de jóvenes que de mayores. Es decir, en 23 años se han perdido tres millones y medio de niños a cambio de tres millones más de mayores. Y esto a pesar de los inmigrantes. El otro dato sobre el que quiero llamar la atención es el de la celebración de matrimonios. Según el Informe del Instituto de Política Familiar, está estancado en 200.000 matrimonios anuales. Pero hay que tener en cuenta que: cada vez son más tardíos, más civiles (uno de cada tres) y más entre extranjeros (más de 30.000 al año). Por otra parte, también la unión dura cada vez menos. En ocho años (1996-2004), las rupturas han crecido más del sesenta por ciento. No es difícil aventurar que para el año 2010 puede haber tantas rupturas como enlaces. En definitiva, España envejece, los hogares se vacían y las familias se rompen: hogares vacíos, hogares sin niños, hogares rotos. Realmente, un panorama sumamente preocupante. ¿Qué futuro puede existir ante tan angustiante presente? ¿Está condenada la familia en España a malvivir?Tomarse en serio la familia La verdad es que a todos nos gustaría poder proyectar una perspectiva esperanzadora. Nos gustaría que la realidad no fuera como es. Lamentablemente, las cosas son así. Y lo que quizás es más grave, ante tan alarmante situación la administración política, cuya finalidad debe ser la preocupación por el bien común, se muestra cuando menos indiferente. Entre nosotros, la familia ha sido y es uno de los sectores más postergados por los distintos gobiernos en su política social. El apoyo a la familia es escasísimo, de los más insuficientes de Europa.Resulta, pues,urgente una verdadera política de protección social, económica y jurídica de la familia. Pero eso implica tomarse en serio la familia, no utilizarla o manipularla ideológicamente, crear una cultura de la familia, fortalecer socialmente su identidad, responder a sus necesidades y ayudarla a realizar sus propias funciones humanizadoras. Por ser un bien humano y una institución social fundamental, no debería estar sometida al vaivén de los programas de los partidos políticos. Una visión partidista fácilmente mutila, adultera y falsifica la realidad. Sólo con un respaldo compartido será posible establecer y adoptar las medidas adecuadas.
Eugenio Alburquerque
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