¡Qué cosas tan maravillosas veo!;/strong> Fue la frase última de Domingo Savio. ¡Ay si los jóvenes entendieran que es posible ser feliz siendo excelente persona! ¡ Y ser santo siendo muy alegres! Felices los educadores capaces de hacerlo experimentar. Algunos salesianos dudaron: ¿Domingo Savio sigue teniendo garra? ¿tiene sentido que nos visiten sus restos? ¿no alejará esa imagen de la urna que recuerda un muñeco de plástico? Preguntas obligadas de un buen educador. La respuesta la dieron los jóvenes: ¡gracias por su visita! La Familia Salesiana, al ver tanta gente, tanto testimonio, tanta oración y entusiasmo… exclamó también: “¡Qué cosas tan maravillosas vemos!”. No es literatura. Don Bosco creyó en la santidad joven. Con Domingo creyó más. La Familia Salesiana cree también. Ahora debe creer más. Es grande la calidad humana y espiritual de algunos de “nuestros” jóvenes. Nadie se atrevería a decir dónde hubo más entusiasmo, si en Algeciras, La Línea, Cádiz, Rota, Jerez, Utrera, Morón, Sevilla-Trinidad, Sevilla-Triana, La Palma del Condado, Huelva, Badajoz o Mérida. Cada lugar daría para un sabrosísimo reportaje. Lo importante no fue la parafernalia sino las experiencias de fe y salesianidad. En todas partes se hacían lenguas de la participación de las autoridades y de los medios de comunicación locales. La Iglesia diocesana- Cádiz, Jerez, Sevilla, Huelva, Badajoz, Mérida- vivió la visita con gran gozo. Abrió sus catedrales y sus obispos presidieron la celebración, salvo en Huelva, por ausencia. La calidad de los tres musicales (de la inspectoría, de Utrera y de Rota), probó sobradamente la pasión por Domingo Savio, por el teatro y por sus colegios. Hubo numerosas presentaciones. El Señor ha hecho en mí maravillas;/strong> ¿Cómo iba a pensar Domingo, aquel chavalillo, que el “traje para el Señor” que le hizo don Bosco, iba a ponerse de moda en tantas generaciones? Hoy…¡que “luzcan” si quieren esos pantalones que arrastran la suciedad de la calle con tal que no arrastren su vida y que no ensucien en vez de barrer! María sí sabía lo que Dios hizo en su vida y lo que haría a través de su vida. Pero ¿cómo aquel pipiolo, Juanito Bosco, desde su sufrida infancia, iba a soñar con tanta gloria y proyección? Domingo supo que Dios había hecho en él maravillas. Ahora…hasta los huesos se mueven en la urna cuando se lo dicen, repiten y gritan en todas partes. En formidable maratón, el delegado de Pastoral Juvenil, Pepe Núñez, como el ángel guardián, acompañó las reliquias todo el tiempo. Fue el testigo más directo de tantos fervores. “Fueron días de vértigo, nos dice, pero de enorme alegría”. El inspector de Sevilla, Juan Carlos Pérez Godoy, se obligó a hacer el mismo recorrido, -y lo hizo casi siempre- para explicar las opciones de santidad de Domingo, el motivo de la visita, la explicación de los mensajes escultóricos de la urna y el regalo que suponían las reliquias para la gente del lugar. Eso, no lo podemos narrar. El Señor ha hecho por mí maravillas;/strong> Eso dirá ahora Domingo. Cuántos jóvenes, en efecto, de todo el mundo, son mejores, excelentes quizás, porque él dijo: “quiero ser santo y pronto santo”. En la carrera hacia la santidad, -evidentemente no lo podré probar- estoy seguro que ha habido, hay y habrá jóvenes con mayor grado de santidad que Domingo. Es un canto al Espíritu, al carisma salesiano, a la fuerza de la fe, a un sistema preventivo “maximalista” (llegar al máximo de lo posible)…Jóvenes que viven en un contexto mucho más hostil, en familias destrozadas, alejadas y hasta enemigas de la fe. Jóvenes en ambientes de persecución, de peligro de muerte. O –¡no conviene olvidarlo!- en un clima de facilidades y confort –virus perjudicial para la fe y los valores-. Pues aún para esos jóvenes que le superan, él fue estímulo, modelo y maestro. Sin él, nuestros jóvenes no tendrían esos grados de bondad y santidad. Actualmente los “Amigos de Domingo Savio” están organizados y son fermento renovador de su ambiente. Hay padres que lloraron. De pena porque sus hijos no responden a sus sueños. De alegría porque los ven felices siguiendo a Domingo. Todos los salesianos sintieron honda emoción. Algunos también lloraron. Es bueno llorar por los jóvenes: de pena y de rabia o, mejor, de alegría. Qué gente tan maravillosa veo;/strong> Eso parece gritar, incorporado, desde la urna. Ha visto la cantidad de horas y energías invertidas: ensayos, preparación material y espiritual, lecturas, comentarios, celebraciones, musicales…Cuántas horas hablándole, agradeciéndole, pidiéndole por tantas cosas que hacen falta y dispuestos a colaborar “en lo que haga falta”. ¡Y cuántos propósitos! Domingo ahora es más regalo para la Iglesia, para la sociedad y evidentemente para la Inspectoría Salesiana de Sevilla. Nadie, absolutamente nadie, habrá creído que su visita ha sido inútil. Ha sido como ganar una batalla después de muerto. Aunque algunos dicen con toda razón: “¡pero si nunca ha muerto!” Sospecho que no faltará quien diga: “en mí, en mi generación, en mi ambiente estaba muerto… ¡Ha resucitado!”.
Alfonso Francia
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