Este es uno de los mejores regalos que podremos hacerle a Don Bosco en su 200º cumpleaños: el de una Familia Salesiana más misionera, más apostólica, más “en salida”, como nos recuerda el Papa Francisco.
Mis queridos amigos y amigas de la Familia Salsiana: el saludo de este mes del Boletín Salesiano nos encuentra a todos dentro de este año jubilar, de este año de gracia que es el bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Y justamente se trata del mes misionero por excelencia. Ya lo he podido repetir y compartir varias veces: sería realmente muy hermoso si en este año del bicentenario de nuestro amado padre y en años sucesivos, tuviéramos el don de contar con una fuerte animación de pastoral juvenil para toda la Congregación y la Familia Salesiana que se traducirá también en abundantes frutos misioneros, como missio ad gentes para toda nuestra familia apostólica. El carácter misionero es constitutivo de nuestra propia esencia carismática.
En este momento tengo muy viva en mi memoria y en mi corazón la celebración del envío misionero que tuve la gracia e inmensa dicha de presidir en la Basilica de María Auxiliadora de Valdocco el pasado 28 de septiembre. Se trató de la 145º expedición misionera. Pensé mucho en aquella primera expedición, presidida por el conmovido y decidido Don Bosco, cuando envió sus primeros hijos a Argentina, capitaneados por Juan Cagliero, en aquel no tan lejano 11 de noviembre de 1875. Las estadísticas nos hablan de cerca de 11.000 Salesianos de Don Bosco y 3.500 Hijas de María Auxiliadora enviados desde entonces desde esta misma Basílica.
Puedo contaros, urgando en el baúl de mis vivencias que en mi servicio en la inspectoría del Sur de Argentina durante estos últimos años, en particular en diálogo con mis hermanos salesianos de la Patagonia, pude adentrarme con mayor atención y admiración, en lo que fueron las heróicas páginas misioneras y los impresionantes espacios apostólicos de esos primeros hijos de Don Bosco, así como nuestras hermanas, aquellas jóvenes Hijas de María Auxiliadora, en el continente latinoamericano. Y pude apreciar, una vez más, la calidad humana, el arrojo apostólico, y la santidad de estos primeros misioneros y misioneras. De hecho, don Raúl Entraigas, en su biografía sobre el cardenal Cagliero, ya había dicho que “parecía que estos hombres habían sabido arrancar del corazón de Don Bosco su secreto de santidad”.
En la celebración en la Basílica, fijando mis ojos y mi corazón en cada uno de los Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y laicos que recibían la cruz y el mandato misionero en Valdocco, pensé rapidamente en cada uno de los miembros de nuestra Familia Salesiana en el mundo entero. Este pequeño grupo no ha querido ser un simple grupo de privilegiados o de elegidos exclusivos, sino más bien, un fermento en la masa. Un estímulo para todos, en todo el mundo, para que seamos siempre, ahí donde nos encontramos, auténticos evangelizadores y misioneros de los jóvenes. Este, creo yo, es uno de los mejores regalos que podremos hacerle a Don Bosco en su 200º cumpleaños: el de una Familia Salesiana más misionera, más apostólica, más “en salida”, como nos recuerda el Papa Francisco.
Por eso invito a que en este mes misionero de nuestro año jubilar, cada grupo de nuestra familia pueda tomarse su tiempo, en los diversos niveles de responsabilidad, para hacer una sincera auto-evaluación misionera que lleve a preguntarse cómo podemos ser más y mejores misioneros, según los aspectos próprios de la identidad carismática de nuestro grupo.
Al mismo tiempo, esto lo podrá hacer cada amigo y amiga de Don Bosco, cada joven que se siente inspirando y amado por el Padre de la Juventud, cada matrimonio y familia que tiene a Don Bosco como protector y como modelo. Quiere decir, preguntarse adonde nos invita a llegar Don Bosco, personalmente, como familia o como grupo en este año jubilar misionero.
Estoy convencido de que si se lo preguntamos sinceramente a Don Bosco, sobre todo a través de la oración, un sinnúmero de iniciativas y de nuevos senderos misioneros salesianos se irán abriendo poco a poco, justamente allí donde podría parecer que la esperanza se hubiese quedado muda. Basta pensar en el maravilloso ejemplo de este grupo de jóvenes que en el mes pasado en Sierra Leona, inspirados por Don Bosco y por Domingo Savio, decidieron arremangarse y arriesgar sus propias vidas para salvar las de sus hermanos y hermanas dramáticamente afectados por el virus del ébola.
En esto percibimos un elemento esencial de renovación misionera: saber despertar a nuestros jóvenes a la “fantasía de la caridad”, como le gustaba decir a san Juan Pablo II. Allí donde los adultos que estamos con Don Bosco podemos correr el riesgo de “enredarnos” en estructuras complejas y vetustas, que no siempre responden plenamente a las necesidades más urgentes de los más pobres, los excluidos y quienes están en peligro, los jóvenes –animados y orientados por la experiencia de los adultos– sí podrán encontrar “nuevos cielos y tierras nuevas”. No tengamos miedo a darles espacio para que vuelen alto, para que vayan más lejos. Y así, con ellos, toda la Familia Salesiana podrá volar más alto e ir más lejos. Ser más misionera y más apostólica. Así como Don Bosco la pensó, la soñó y la organizó.
Un gran abrazo con todo afecto y pidiéndole a Don Bosco su intercesión y bendición sobre todos.
Ángel Fernández Artime
Rector Mayor
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