A pesar de las campañas publicitarias, de las medidas de seguridad adoptadas, de la nueva legislación, los malos tratos y la violencia doméstica siguen siendo una tremenda lacra social. Esta es la triste realidad: muchas mujeres viven en su propio hogar apresadas en la violencia o incluso amenazadas de muerte. Llamada a ser el lugar privilegiado del amor y la convivencia, el refugio donde cobijarse de las agresiones del mundo circundante, la institución familiar no está exenta ella misma de la violencia y de la agresión, de los más duros conflictos entre hombres y mujeres, o entre padres e hijos. Para algunos, especialmente para algunas mujeres, el propio hogar resulta incluso el lugar de mayores posibilidades para ser agredidas y maltratadas física y psíquicamente.Día Internacional contra la Violencia Doméstica El próximo 25 de noviembre se celebra el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Doméstica. En este día, cada año se realizan en nuestras ciudades un conjunto de actividades que buscan sensibilizar, despertar la conciencia de todos los ciudadanos y recordar que no es un problema de mujeres, sino de toda la sociedad. Puede ser un buen momento para una reflexión en profundidad sobre esta realidad, que no se puede soslayar porque los datos son realmente preocupantes y sus consecuencias, nefastas. Solamente en España muere cada año un número nada despreciable de mujeres como consecuencia de malos tratos de sus maridos o (¡especialmente!) de sus “compañeros sentimentales”; y son muchas más las que sufren, como consecuencia, serios daños físicos, trastornos emocionales profundos y duraderos, depresión crónica, aislamiento social. Es cierto que el maltrato y la violencia en la familia es una constante histórica. A lo largo de los siglos, mujeres y niños han sido víctimas de agresiones malignas. Pero en nuestra sociedad, tan sensible a la dignidad, la igualdad, la defensa de los derechos humanos, las denuncias por malos tratos, las cifras de lesiones y muertes crecen de día en día.Esfuerzo y compromiso social Ante tan grave problema social, hay que reconocer que es necesario todavía un gran esfuerzo de todos por la verdadera promoción de la mujer, por lograr el clima de igualdad y solidaridad que reclama la vida familiar, por llegar al reconocimiento efectivo de los derechos humanos. En este mismo sentido, es posible también una mayor concienciación y repulsa social de la violencia en el hogar. Sin un rechazo cultural, difícilmente puede llegar a suprimirse. Pero no cabe duda que ante la situación actual se impone un repensamiento en profundidad sobre los valores que vivimos, la educación que se transmite, los modelos de familia que se presentan socialmente, la madurez humana necesaria para emprender la vida matrimonial, la legislación pertinente, los planes y medidas de prevención.También este problema de la violencia doméstica pasa por la educación. La clave está, sin duda, en una educación preventiva que lleve a la asimilación de los grandes valores de la verdad y de la justicia, de la convivencia, del perdón y de la paz; y que acompañe, motive y arraigue las actitudes que llevan a la persona a ser persona y al reconocimiento de su dignidad.
Eugenio Alburquerque
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