“Hoy, como ayer, y siempre, los poetas juntamos, pobres niños, nuestras cañas y echamos a volar nuestras cometas” (Víctor Rodríguez Jiménez) Creador de sonetos. Soñador; que pasó su vida echando a volar una cometa. Sacerdote comprometido, de profundas convicciones religiosas. Defensor incondicional de su Familia Salesiana. Honrado por principios. Nos regaló su palabra y nos dejó en donación sus silencios: la palabra de un servidor de Dios y el silencio de un gran pensador. Tenía la igualdad por bandera y no entendía tener que resolver con caridad, lo que demandara una clamorosa justicia social. Se implicó con fuerza en causas nobles, como en Los Altos de La Orotava, donde se ha convertido en referencia para todo el que levante su voz en defensa de la dignidad humana. Lo hemos querido mucho y muchos; también los sacerdotes y religiosos merecen querer y que se les quiera. Guardaremos siempre sus secretos en nuestro corazón, porque también él se llevó los nuestros. Sufrimos con él, cuando la máquina cortó los hilos de su cometa y la dejó herida de muerte, volando torpemente a la deriva. Acoge, Señor, con amor, el gran sacrificio de su vida: tener que convivir con lo que nunca aceptó. Siempre veremos a Víctor sentado junto Ti, Señor Resucitado, oyendo de primera mano Tu encuentro con los discípulos de Emaús, su pasaje evangélico predilecto. Entonces sacará su carné de periodista y tendrá la oportunidad de escribir su mejor crónica. Su más profunda capacidad creativa, Víctor se la llevó con él. Escúchale cuando te hable de nosotros; de nuestras debilidades y fracasos; de nuestros más íntimos sueños. Y dale Tu Abrazo cuando ponga a Tu disposición, los sacramentos que administró en Tu Nombre. Gracias, Señor, por el sacerdote salesiano, el educador, el confidente y el poeta.
Juana Teresa
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