Estas pinceladas históricas nos abren, también, al pedagogo don Bosco cuando en la ;i>Carta desde Roma de 1884 les dice a los educadores que “amen lo que agrada a los jóvenes, y los jóvenes amarán lo que es del gusto de los educadores.” He aquí una llamada para algunos agoreros del futuro que, a partir de un análisis parcial e interesado en muchos casos de la realidad juvenil, se lamentan día sí y otro también, del desastre social que se nos avecina. Una llamada para los educadores, adultos, padres, madres, profesores… preocupados por los valores que se han perdido – dicen – y despreocupados de la proyección de sus propios valores hacia el futuro. Una llamada a los educadores que desde su amor a los jóvenes, con la condición de que los jóvenes amen lo que ellos aman, terminan por no creer en esos mismos jóvenes y quedan imposibilitados para amar lo que los jóvenes aman en la actualidad. Con su esquema pedagógico de correspondencia entre lo que aman los jóvenes y lo que aman los educadores, don Bosco deja la pelota del futuro de las personas y de la sociedad en el tejado de los educadores. Y nos da la clave: la sociedad futura será construida por los jóvenes que, entonces, únicamente amen lo que nosotros les hemos enseñado a amar, si, claro esta, hoy somos capaces de amar lo que ellos aman. Es más, don Bosco remacha la idea cuando afirma que es necesario que “los jóvenes no sólo sean amados sino que ¡ellos mismos se den cuenta de que son amados!”. Y aquí entran en juego las instalaciones, la economía, los reglamentos, el sentido de comunidad educativa, la propuesta de experiencia religiosa, los criterios de promoción o la participación en la vida de nuestras estructuras pastorales. En necesario que se regulen desde la perspectiva de que los jóvenes “se den cuenta de que son amados”. Y aunque los problemas son infinitos, la creatividad educativa y pastoral es capaz de abrir caminos de futuro.
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