En el cine, la música nos anticipa el momento de la escena, ya sea romántica o dramática. Nos predispone, nos envuelve en una burbuja soñadora de fantasía. Al salir a la calle, la vida nos golpea con los ruidos, los compromisos, los vacíos, la rutina…Todo aquello que vivimos carece de intros musicales de Chopin, Arvo Pärt o para quienes quieran algo más animado, de Plastilina Mosh.Y es que a nuestra de tabúes, además del sexo y demás derivados, se ha añadido el miedo al silencio. Nos aterra la profunda escucha de nosotros mismos. Pero quizás la melodía de este silencio, nos ayude a profundizar la armonía del Dios que nos alimenta. O dicho de otra manera, si a lo largo de nuestro ajetreado día no nos detenemos, lo perdemos.

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