¿Cómo afrontar el futuro en medio de este cambio cultural? Apunto algunas líneas de acción: 1. Manifestando con claridad nuestra identidad personal y comunitaria. En un mundo plural las identidades han de estar claras. Hoy vende la marca, la denominación de origen. Y nosotros la tenemos: unos como religiosos, consagrados apóstoles, otros, como laicos cristianos convencidos, como creyentes sin complejos, comprometidos seriamente en la organización de la ciudad de los hombres según los criterios del Evangelio. 2. Esforzándonos por “conocer amorosamente” la cultura de nuestro tiempo y los dinamismos que la construyen; el ambiente en el que viven los jóvenes, el aire que respiran… Don Bosco comenzó visitando las cárceles. Nosotros debemos conocer las nuevas ataduras que no los dejan ser libres, las nuevas pobrezas que no los dejan crecer…, las muertes que les están robando el sentido y las ganas de vivir. 3. Revitalizando la “pasión salesiana por la salvación integral del joven”. Creemos en los jóvenes y en todas su potencialidades de bien. Ellos deben ser, y son ya, los constructores de la nueva sociedad. 4. Creyendo en la educación como en el mejor servicio que se puede hacer a una persona. En diciembre del 2004, el entonces cardenal Ratzinger invitaba a los salesianos a ser en Europa “profetas de la educación”. Educación que para nosotros es camino de evangelización: “educamos evangelizando y evangelizamos educando”. 5. Renovando la fe y la confianza en el carisma salesiano. Dios nos llama a ser competentes y creíbles compañeros de viaje de los jóvenes en la búsqueda del sentido de sus vidas (ese sentido que el asfixiante horizonte materialista en que viven les está quitando). Hoy más que nunca somos necesarios. Se necesitan personas que les revelen que Dios les quiere, que cuenta con ellos y que tiene un proyecto –un sueño- para cada uno de ellos y que el descubrirlo, aceptarlo y vivirlo, es llenar de sentido la propia vida. Los jóvenes no necesitan tanto los cantos de sirena de la sociedad de la “satisfacción” y del “bienestar” que los deslumbran, aturden y enajenan, cuanto de personas que les ayuden a vivir la vida con responsabilidad, aceptándola como vocación y servicio a los demás, comprometiéndose con los grandes ideales de la justicia y la solidaridad. 6. Valorando y poniendo al servicio de la misión todos los recursos humanos estructurales y mediáticos con los que el carisma salesiano cuenta. No se trata ahora de defender la supervivencia de nuestras estructuras y grandes obras, sino de analizar en qué medida éstas ofrecen soluciones válidas a las urgencias que nos presentan los jóvenes más específicamente nuestros; de responder con creatividad y espíritu de iniciativa a nuestra vocación de ser “sus misioneros” y tener el coraje de cambiar, la valentía de tirar por la borda el lastre que “nuestros compromisos y componendas” con la historia pueden haber depositado en nuestras organizaciones. Sólo así recobraremos la frescura del carisma y la agilidad en la misión. 7. Convenciéndonos de que la mejor noticia que podemos dar a los jóvenes es presentarles la persona de Cristo. Él nos revela lo más importante que podemos saber y nos da motivos y fuerza para vivir la novedad. Nos revela a Dios como un Padre misericordioso y cercano que nos conoce y ama personalmente. Nos revela quién es el hombre y cual es su destino: vivir en plenitud esta vida de hijos de Dios. Tenemos que tener claro que en el “supermercado” de lo religioso, Cristo no es una opción más. Cristo no es una alternativa de nadie; Él es la plenitud; solo en Él estamos salvados, Él es la seguridad y garantía de que Dios estará siempre de nuestra parte; Él es el Camino, la Verdad y la Vida. 8. Con optimismo, convencidos de que es el Espíritu quien guía y quien asegura la victoria final del bien sobre el mal; el mismo Espíritu que pide y apoya nuestra colaboración. Desde luego que este programa tiene elementos desestabilizadores para nuestra vida. Pertenecer a la Familia Salesiana para servir a los jóvenes ni es indiferente, ni nos puede dejar indiferentes. Así lo vivió don Bosco y nosotros somos sus hijos y herederos. Pocas páginas hay tan emotivas en las ;i>Memorias Biográficas como esta que narra el encuentro de don Bosco con sus muchachos aun convaleciente de la enfermedad de 1946: “Estoy convencido de que Dios ha conservado mi vida gracias a vuestras súplicas; la gratitud exige que yo la emplee toda para vuestro bien espiritual y temporal. Así prometo hacerlo durante todo el tiempo que el Señor me deje en esta tierra, y vosotros, por vuestra parte, ayudadme” (MBe, V. II, pág 373). Don Bosco cumplió su promesa. Nos corresponde a nosotros seguir haciéndola realidad. ¡Y vaya si los jóvenes le ayudaron! Por ellos no tuvo más remedio que ser pobre, que ser casto, enteramente libre, disponible y ágil para servirles. Ellos le exigieron todo y él no se reservó nada. Los jóvenes siguen siendo nuestro camino y el lugar de nuestro encuentro con Dios. Ellos no dejarán envejecer el carisma de don Bosco, ni permitirán que ninguno que lleve el nombre de salesiano se jubile o se aburguese. Al celebrar los 125 años de la presencia salesiana en España, el recobrar todo el dinamismo misionero y la pasión del Da ;i>Mihi Animas es la única manera seria de afrontar el futuro para la Congregación y para la familia Salesiana. Y, claro, tenemos que contar con María Auxiliadora en esta empresa. Ella lo sigue haciendo todo, madre y maestra siempre.
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