Algunos expertos en el tema dicen que los cambios de paradigma sólo se producen cuando las instituciones se dan cuenta de que su propio futuro depende de ese cambio. Algo de lo apuntado sobre don Bosco, manifiesta su capacidad para cambiar el paradigma de una educación cuyo centro de gravedad pasa del educador que enseña, al alumno que aprende, de la disciplina impuesta a la familiaridad entre educadores y educandos, de la lejanía a la presencia educativa de los adultos entre los jóvenes, de estructuras de horario limitado a otras a tiempo pleno, de una formación para el trabajo a una formación mediante el trabajo, … Cambios que don Bosco intuye y promueve como garantía de futuro. Ahí entra en juego el teatro para aprender el Sistema Métrico Decimal, la banda de música y las salidas con los jóvenes al campo, o los clásicos literarios, la Historia Sagrada o la Historia de Italia, adaptados a los jóvenes, o la enorme novedad social del “contrato de aprendizaje” para sus jóvenes. Y junto a eso, la colaboración de sus jóvenes en la atención a los enfermos de cólera de Turín, o la preparación de Rúa, Cagliero, Francesia, etc. como profesores y educadores de sus compañeros, o la genialidad del coadjutor salesiano como religioso “en mangas de camisa” o del cooperador salesiano como “salesiano externo”…. Don Bosco entiende que eso es “el futuro” de su obra y que ésta solamente puede estar función del futuro de los jóvenes; de esa obra que sueña en Barcelona “desde Valparaíso hasta Pekín…” Y el tiempo le ha dado la razón.
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