Las lluvias estacionales han llegado al Cuerno de África más de un año después de una grave sequía. Sin embargo, lejos de aliviar las necesidades, su anormal intensidad ha provocado el desbordamiento de varios ríos, seguido de unas devastadoras inundaciones. Casi mil personas han muerto y 120.000 han tenido que desplazarse en las regiones más afectadas de Etiopía, Sudán, Eritrea y Somalia. En Etiopía las consecuencias de estas lluvias han sido catastróficas, con más de ochocientos muertos en el este y sur del país. Las agencias humanitarias señalan que la deforestación, el excesivo cultivo de las tierras y el pastoreo han sido los catalizadores de esta crisis, puesto que han agravado unas inundaciones que son propias de la estación lluviosa.El hambre que no cesa Esta crisis que han provocado las lluvias del pasado agosto se suma a la de por sí terrible situación de un país de extrema pobreza donde el 80% de la población vive con menos de dos dólares al día. Los etíopes padecen una crónica ausencia de alimentos ante la escasa producción de los cultivos, tiene, dificultad en el acceso a la educación y al costoso y deficiente sistema sanitario, además de contar con un elevado aumento del número de casos de SIDA. En este marco trabajan los Salesianos desde 1975, buscando el desarrollo y promoción social de las poblaciones más necesitadas, proveyendo de alimento a cientos de miles de personas durante las hambrunas. Cesare Bullo, ecónomo inspectorial para la región salesiana de Etiopía y Eritrea, explica cómo los misioneros sostienen a esta población empobrecida: “Desde nuestra Congregación, con la ayuda de varias congregaciones misioneras y una organización local, estamos tratando de alimentar a la población necesitada, especialmente a los niños, que reciben galletas energéticas, alimento multivitaminado (famex), leche en polvo, medicinas y educación escolar. Nuestro objetivo es comprar alimentos en los mercados locales y distribuirlos entre los pobres y los desplazados, con atención especial a los niños malnutridos”. “Tuve hambre y me diste de comer. Las palabras del Evangelio acompañan diariamente nuestro trabajo con los más pobres en las calles de Etiopía, o con las madres que llaman a nuestra puerta pidiendo comida, medicinas y ayuda para sus niños” –continúa Cesare Bullo- “No podemos ayudarles sin las aportaciones de bienhechores y donantes que contribuyen generosamente a nuestra tarea”.Ayuda escasa y mal distribuida Aunque la ayuda humanitaria ha salvado vidas y mejorado la situación nutricional, además de aportar bienes de primera necesidad, numerosas aldeas viven precariamente, reduciendo sus posibilidades de supervivencia a medida que continúa la sequía, tanto en Etiopía como en otras regiones del Cuerno de África. Esta sequía continuada produce un grave aumento de las epidemias y del índice de mortalidad entre los niños menores de cinco años. La asistencia humanitaria, irregular e insuficiente, sólo ha cubierto las necesidades alimenticias hasta el pasado julio. Desde entonces se han limitado los recursos y se ha complicado la distribución de alimentos por el país. La precariedad va en aumento, por ello las familias que han perdido sus recursos tienen una gran esperanza puesta en la ayuda de los misioneros, especialmente aquellas personas que no han logrado acceder a ningún tipo de ayuda humanitaria de las organizaciones internacionales o del Gobierno, que cuenta con unos recursos cada vez más reducidos. Pero la aportación misionera no quiere quedarse en solventar esta crisis, sino en buscar los recursos para que las familias que han perdido sus cultivos, a causa de la sequía o las inundaciones, puedan recuperar su medio de subsistencia. La ayuda que reciben en forma de alimentos, mantas, instrumentos de cocina y alojamiento, es la parte más visible del proyecto salesiano para el pueblo etíope, como indica Cesare Bullo: Esta ayuda de emergencia complementa el trabajo en campos como la educación, atención a la infancia y la mujer, cursos de alfabetización, formación profesional para jóvenes, asistencia sanitaria y construcción de infraestructuras para agua y saneamiento. Es la aportación para el desarrollo que nuestras casas realizan durante todo el año.Veinte años en Etiopía Estos últimos veinte años de mi sacerdocio los he vivido como misionero en Etiopía, al servicio de los más pobres. ¡Esto sí que es una gracia extraordinaria del Señor! Este año se cumplen también treinta años de presencia salesiana en Etiopía. En 1976 se abrió la primera comunidad en Makelle, hoy convertida en “Technical College”; otras once se han abierto en estos años y nos disponemos a abrir una nueva comunidad en Asmara (Eritrea), pues las vocaciones autóctonas crecen. Nuestra labor en Etiopía tiene diversos frentes. El campo educativo se lleva la palma, no en vano somos hijos de san Juan Bosco, padre y maestro de la juventud. Hemos fundado varias escuelas de todo tipo que se encuentran repletas de jóvenes. Como campo preferente tenemos la dedicación a la juventud en riesgo por el SIDA, las drogas o la vida en la calle. Pero don Bosco quiso que los salesianos fuesen también evangelizadores: tenemos como punto de mira no sólo facilitar un futuro humano mejor, sino llevar los jóvenes a Cristo como opción libre de una vida con sentido religioso. Algunas de nuestras obras y las parroquias tienen como finalidad más directa esa evangelización. A toda esa labor se añade la labor social y de desarrollo e incluso de beneficencia directa a familias muy pobres sin recursos. ;div align="right"> ;i>Alfredo Roca;/div>
María Jesús Rodríguez
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