Joven comprometida Es imposible comprender la personalidad de Main niña, adolescente y joven sin pensar en su pueblo, Mornese. Conociendo sus colinas, sus campos de vides, su cielo brillante, la sobriedad del ambiente, la laboriosidad de sus gentes se entiende mejor el temple y la personalidad de María Dominica. En su familia, amplia y numerosa, ella experimenta la acogida, la seguridad, el perdón, la felicidad de dar y recibir. Aprenderá el respeto y la docilidad, la dependencia y el coraje de la autonomía, la renuncia y la donación. Son los años felices de la Valponasca, donde ya adolescente empieza a madurar su fe. Dios empieza a perfilarse como el “Absoluto” por quien merece la pena trabajar, sufrir, recorrer los senderos nevados para recibir la comunión cada mañana. En diciembre de 1855 entra a formar parte de la Asociación de las Hijas de María Inmaculada. Es un grupo mariano de jóvenes comprometidas que en Mornese anima el sacerdote don Pestarino. Como hija de la Inmaculada parecía que María había encontrado el camino de su realización humana y cristiana. Pero Dios la esperaba y preparaba para una misión que ella no podía imaginar. Acepta cuidar a unos familiares enfermos de tifus y ella misma coge esta enfermedad que quebranta su salud. Es entonces cuando empieza a tomar cauce de realización su vocación de educadora. Concretiza el deseo de ocuparse de las jóvenes. Busca otra forma de realizarse, de ser útil y de ayudar a las niñas y jóvenes de su pueblo. Intenta reunir muchas alumnas y hacerlas buenas, enseñándoles el oficio de costurera.Mujer consagrada Son años de profunda actividad apostólica. Esta intuición educativa se va concretizando en elecciones y realizaciones que permitirán a María poner en práctica el proyecto que Dios tiene sobre ella y prepararse para su futura misión de “cofundadora de un instituto educativo”. Comunica estas inquietudes a su amiga Petronila con la certeza y la intuición de quien sabe a donde quiere llegar… “A mi me parece que el Señor desea de nosotras que nos ocupemos de las niñas de Mornese…”. No sabe hacia donde la guiará el Señor. Aunque sí tiene claro lo que un día al pasar por Borgoalto en Mornese “ha visto”: un gran edificio que luego será el colegio construido por don Bosco. En él hay multitud de jóvenes y una voz que le dice: ¡A ti te las confío! Y es que, sin saberlo, María es también en esto discípula de don Bosco “el soñador”. Como en los tiempos del “Oratorio ambulante” por diversos lugares de Turín, ella tiene que ir también de un sitio a otro con el taller cada vez más frecuentado de alumnas. Primero en la casa de Teresa Pampuro. Luego en la Casa de la Inmaculada… y finalmente en el colegio de Borgoalto. Son significativos en este tiempo los paseos y el oratorio al aire libre en el bosque de San Silvestre, las pequeñas fiestas y la celebración de los carnavales. Y es que, con palabras de don Caviglia, María es “Salesiana por instinto tanto en sus virtudes como en su vocación”. En 1864 va don Bosco a Mornese en uno de sus paseos otoñales con los chicos de Valdocco. María lo escucha y le parece que su palabra es el eco de la voz que sentía en su corazón, sin saberla expresar, como la traducción de sus mismos sentimientos, como algo esperado siempre y que finalmente llegaba. Y en aquel grupo de jóvenes que ya vivía en común y que buscaban con sus pobres medios el bien de las jóvenes ve don Bosco el germen y el comienzo de ese instituto religioso femenino que Dios le estaba inspirando fundar: el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora desde el cinco de agosto de 1872 y a cuyo frente estará María Mazzarello.Madre y cofundadora Desde el día del “A ti te las confío” para que las cuides, prenderse cura de los demás será tanto el estilo educativo de María como el de la primera comunidad de Mornese. María, en efecto, vive y realiza su fecundidad en la maternidad, reflejo de un amor polivalente que envuelve su existencia y la orienta hacia el don total de su tiempo, sus palabras, sus escritos, su persona, lo que es y lo que tiene. Poco a poco va descubriendo y aceptando su misión de madre y colaboradora en la creación y consolidación de una nueva familia religiosa. Ella es consciente de su autoridad moral. Pero primero se presentará como “hermana entre las hermanas”. Y, paulatinamente, irá asumiendo su papel de madre y cofundadora. Su donación se realiza con el realismo de lo cotidiano, sin ruidos ni apariencias. Es un servicio desinteresado que la lleva a ser la primera en el trabajo, en las fatigas… en el sufrimiento. Este saber darse con la simplicidad de las cosas normales lo conservará siempre y tendrá el arte de saberlo adaptar a los distintos lugares o circunstancias donde vive. Como ella vive de Dios en un continuo deseo de superación, guía y conduce a las hermanas a esta centralidad en el Señor para que estén disponibles a servir a los demás con gozo y alegría. La educación consiste en ejercer una serie de influencias más que demostrar una serie de verdades. Madre Mazarello educó más por lo que era que por lo que decía. Su ejemplo, su persona dieron a Mornese y a la comunidad un clima espiritual: el “espíritu de Mornese”. Otras manifestaciones de su donación son las cartas que escribió y los viajes que realizó.
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