La chispa incendiaria Todo comienza con un incidente: dos adolescentes de 15 y 17 años respectivamente, mueren electrocutados cuando huían de una patrulla de la policía; un tercero resultó gravemente herido. Ocurrió en Clichy-sous-Bois, al norte de París. Fue la chispa que incendió toda la región parisiense. En menos de una semana la violencia callejera se desata en los suburbios de París. Miles de jóvenes prenden fuego a coches, autobuses, edificios. Incendios, disturbios, destrozos, agresiones a la policía, se suceden cada noche durante casi un mes en los suburbios parisinos, saltando pronto a otras ciudades. Hoy parece claro que tales sucesos violentos no son producto de la locura y vesania de unos cuantos gamberros decididos a quemarlo todo; no son tampoco expresión de una confrontación religiosa o política o el resultado de una conspiración partidista o extremista. Detrás de las llamas parisinas no hay una organización, ni una ideología, ni una religión. Sí hay mucha desesperación, desarraigo y degradación social. En la violencia de los suburbios de París se han dado cita la segregación y marginación social, la emigración, el racismo y el paro, la urbanización descontrolada y el fracaso escolar, la secularización galopante y el rechazo de los auténticos valores democráticos.Preocupante señal de alarma No cabe duda de que estos sucesos representan una señal de alarma social sumamente inquietante. Porque, en realidad, los incendios son un reflejo de la sociedad, en este caso concreto de la sociedad francesa, aunque muy probablemente podrían haber ocurrido o pueden ocurrir en otras; una sociedad generadora de una lógica de odio, sin sentido, nihilismo, desesperación e insolidaridad. Pude escuchar estremecido las declaraciones de uno de estos adolescentes violentos: “para nosotros no hay futuro”. ¿Qué puede esperar la sociedad de estos muchachos?. Y ¿qué es lo que la sociedad les ha dado?, ¿qué les ofrece? Realmente la violencia en las calles de París y de otras ciudades francesas son un pre-aviso preventivo Es necesario que toda la sociedad llegue a descubrir los males que la corroen: el desprecio de la vida y de la dignidad de todo ser humano, la indiferencia ante los valores, la banalización del esfuerzo, el individualismo atroz que la permea, la ineficacia y demagogia retórica de la clase política, el racismo latente, la exclusión y marginación que genera, la degradación del sistema educativo. Aquí están las raíces de las batallas de mañana. Estos polvos pueden engendrar inmensos lodos. Ante la violencia de París muchos han quedado aterrados, pero no asombrados. Muchos signos la hacían previsible. Es resultado y producto de muchos años de abandono social. Cuando los derechos (derecho a una vida y a una vivienda digna, al trabajo, a la educación, etc.), son pura palabrería, se borran también los deberes. No es la represión del Estado lo que puede construir la convivencia ciudadana. Es más bien la igualdad de oportunidades para todos, la justicia social, el compromiso educativo, la defensa real de los derechos de todos.
Eugenio Alburquerque
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