Cuando Johannes puso los pies por primera vez en el oratorio de Dilla –la segunda misión salesiana en Etiopía– tenía doce años. “Un amigo me dijo que todos los miércoles se reunían para charlar con el abba Angelo (salesiano italiano, actual obispo de Gambella, región fronteriza con Sudán). El día que yo llegué había una rifa. Yo tenía el número 13. Me tocó una chaqueta. La semana siguiente acudí sin pensármelo dos veces” Johannes vivía con su abuela –“mi padre cultivaba un pequeño terreno a cinco kilómetros de Dilla y venía a vernos cada quince días”. Por suerte, no sufrió el hambre que azotó la región. Sin demasiadas opciones, su padre decide iniciarlo en la educación cristiana ortodoxa, con vistas a ingresar en esa iglesia como asistente de sacerdotes. “La iglesia ortodoxa quedaba muy lejos y, como la liturgia es parecida, acudía a los salesianos para aprender los ritos y los salmos”, así continuó frecuentando la misión, donde, a los 17 años vivió una gran experiencia: “Vinieron dos seminaristas etíopes a hablarnos de su vocación. Nos hablaron de su trabajo junto a jóvenes y niños, y decidí que ese sería también mi camino”. Hoy, el abba (“padre”, en amárico) Johannes es profesor de ética en la escuela salesiana de Mekanissa y párroco de la recién construida iglesia de la misión. El tiempo libre lo pasa en el oratorio, con los chavales que se sienten acogidos y queridos por él y por los demás salesianos. A veces, los niños le preguntan por su vocación, que él explica con sencillez y pasión, lanzando un mensaje al día de mañana.
Teresa López
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