Es primavera, estación de la vida, de la luz, de la esperanza y seguimos viviendo experiencias intensas –catástrofes naturales, violencia, guerras abiertas, abusos, drogas, terrorismo, ocaso de valores, crisis económica– y el corazón que aspira a la felicidad, necesita confiar y, a pesar de las circunstancias, vivir y aspirar a que el dolor se transforme en amor –voluntarios, ayudas, colaboraciones, solidaridad, ternura- con la convicción de que nos «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera» (P. Neruda), mientras sigamos creyendo. Y resuena la pregunta que Jesús hizo, en momentos de incertidumbre «¿También vosotros queréis abandonar? Y como a Pedro, me viene urgente la respuesta: ¿Adónde vamos a ir, Señor? Sólo tú tienes palabras de Vida. Tú eres Dios…» (Jn 6, 60-61). Este tiempo que reaviva en nosotros sentimientos de bienestar nos lleva a nuevas ilusiones porque «los deseos de nuestra vida forman una cadena, cuyos eslabones son las esperanzas» (Séneca), y si «la esperanza es un espejo colgado en el futuro» (Max Jiménez), ésta es, sin duda, la estación en que se reflejan los sueños en ese cielo iluminado con un arcoíris esperanzador. Es tiempo de creer. Y «porque somos aquello en lo que creemos» (Wayne W. Dyer) nos hacemos colaboradores del mismo Dios… Tiempo de crear. En el reflejo de la dura y difícil realidad surge también el deseo de reconstrucción, de renacimiento, como las flores en primavera, porque «el hombre es una criatura de esperanza e inventiva y ambas cualidades desmienten la idea de que no es posible cambiar las cosas» (Tom Clancy). Y el tiempo de creer produce la capacidad de crear vida nueva en la catástrofe; paz ante la guerra y la violencia; igualdad, respeto y cariño, ante la dignidad humana… ¡vida!, confiados en aquel que se nos presenta como «camino, verdad y vida» (Jn 14,6). Es tiempo de creer y es tiempo de crear. Bienvenida primavera. Y el Dios de la Vida nos susurra: «Estoy aquí, mírame, / no tengas miedo al futuro / tu Padre siempre seré / toma mi mano y camina / queda tanto por hacer…».
Antonio Gil
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