El miércoles 1 de octubre de 1851, llegaba don Bosco a I Becchi para la fiesta del Rosario. El niño Juan Cagliero, capitán de las diversiones de los chiquillos en Castelnuovo, le había esperado con impaciencia. El cura le dejaba entrar libremente en la casa rectoral y le encargaba pequeños recados, sobre todo desde que don Bosco le prometió llevarlo al Oratorio el año anterior. Aquí empezó a encariñarse y entusiasmarse con don Bosco. Lo contaba él mismo:«Mis paisanos, de modo particular, mi madre, mis primos y amigos, me decían que siempre habían visto en la infancia del jovencito Bosco algo extraordinario que le distinguía de los de su tiempo; que su porte, su modestia y su dulzura eran los de un muchacho virtuoso por demás. En la escuela y en el Seminario era tenido por los compañeros en concepto de santo. El párroco, don Cinzano, me repetía al hablar de él: «Siempre vi en don Bosco algo que no era ordinario: no era ordinaria su piedad, su jovialidad, su circunspección, su obediencia, su humildad, etc. Era extraordinario en todo.» Y, aludiendo a su tenacidad en el bien y en las obras emprendidas, solía decirme bromeando: Don Bosco fue siempre extravagante y testarudo como los santos.». (MBe. IV, 223)El lunes 1 de octubre de 1855, en la excursión a I Becchi, Don Bosco estrenó la banda de música, organizada entre los artesanos, como un medio más, que él consideraba utilísimo para alejar a los jóvenes del mal. Decía:«Hay que tener siempre ocupados a los muchachos. Además de la clase o el taller, es necesario inclinarlos a que tomen parte en la banda de música o a servir de monaguillos en las funciones de iglesia. De este modo su fantasía estará siempre pensando en algo serio. Si no los ocupamos nosotros, lo harán ellos, y seguramente en ideas y cosas menos buenas.Un día fue a visitarlo un religioso que había fundado un Oratorio festivo en cierta ciudad de Francia. Le preguntó si le parecía bien la clase de música como entretenimiento para los jóvenes; y empezó a enumerarle las ventajas de la música para la educación, ocupación y diversión de los jóvenes. Don Bosco escuchó con signos de aprobación y respondió: ¡Un Oratorio sin música es un cuerpo sin alma!El religioso agregó: Pero la música tiene inconvenientes, y no pequeños. Y habló del peligro de que los muchachos vayan luego a cantar o tocar en teatros, cafés, bailes, manifestaciones políticas, etcétera. Don Bosco le escuchó sin proferir palabra y, luego, repitió resueltamente:¿Qué es mejor, ser o no ser? ¡Un Oratorio sin música es un cuerpo sin alma!Era esta la primera vez que la banda de música iba a Castelnuovo. La dirigía el alumno interno Calixto Cerutti y estaba compuesta por doce muchachos. (MBe. V, 252 – (MBe. V, 252)El día 1 de octubre de 1880, viernes, había dicho don Bosco al futuro Director de la casa de Utrera, don Juan Branda:«En Utrera no se hará más que preparar las armas y aguzar las espadas para ocupar campos mucho más amplios. No pasará mucho tiempo, y una señora, casada hoy en Barcelona (y ahora ciertamente no estoy soñando), al quedarse viuda, nos invitará a ir a Barcelona, donde abriremos una casa y después se fundarán muchas más.La predicción empezó a efectuarse el año 1882, cuando la señora Dorotea de Chopitea, al perder el marido, pensó en sufragar su alma abriendo un oratorio festivo y un hogar para la juventud pobre y abandonada y encomendárselo a los salesianos. (MBe. XV, 287)El 13 de octubre de 1917, sábado, en el Colegio de Valsálice, se efectuó el reconocimiento canónico del cadáver de don Bosco. Al remover totalmente la tapa de cinc, «en vez del hedor común de un cadáver, escribe el doctor Peynetti, se percibió un olor muy especial, nada desagradable, y diría que hasta de agradable perfume».El cadáver aparecía momificado; la cabeza, cubierta con los cabellos bien conservados; los ojos, todavía con pestañas y cejas; la boca abierta dejaba ver tres dientes en la parte superior y cinco en la inferior; no se veía la lengua; la nariz, bien conservada; se veía íntegro el pabellón de ambas orejas. Los brazos a lo largo del cuerpo, con las manos y los dedos íntegros y las uñas; el cuerpo con los ornamentos: casulla, sotana, calcetines, zapatos, todo bastante bien conservado. (MBe. XIX, 63)

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