Quisiera compartir con vosotros el momento más importante de mi vida. El pasado 13 de mayo, junto con otro salesiano, fui ordenado presbítero en Sevilla. Fue un día muy hermoso, en el que el Señor quiso hacerme este regalo que me pone al servicio de la Iglesia y de los jóvenes desde esta vocación particular. Este día no habría sido posible sin mis padres, mi familia. Por su generosidad y apoyo, por haber alentado una vocación que, si bien al principio podía parecer incierta, dudosa…luego han animado y alentado. Doy gracias, también, a mis hermanos salesianos, testigos de mis caídas y mis esperanzas, de una vida compartida en la ilusión y el trabajo de un proyecto común a favor de los jóvenes de nuestras obras, de nuestros ambientes, especialmente de las clases populares, las familias y sobre todo, los jóvenes más pobres y necesitados. Y a vosotros, queridos jóvenes, mil gracias. Sois la razón de mi vida. Con vosotros quiero vivir siempre, entre vosotros soy realmente salesiano. Me habéis conquistado, me habéis robado el corazón. A vosotros os pido: ayudadme a ser santo. Santo en el día a día, santo de lo cotidiano. Ayudadme a que mi corazón se parezca cada vez más al de don Bosco: un corazón de patio, de vida, en el que es posible la amistad, el encuentro con el Señor, el crecimiento juntos… Abrid vuestros corazones a Jesús. Y si os sentís llamados a seguirle más de cerca, ¡no tengáis miedo! Dios nos abre a todos sus brazos para que nos fundamos con él en un abrazo de amor. No tengáis miedo a responder a su llamada como buenos esposos y esposas, como buenos cristianos, como buenos sacerdotes, como buenos religiosos o religiosas. Dios es amor y ¡qué amor más grande!. Rezad mucho por mi. Aquí me tenéis; soy vuestro.
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