Benedicto XVI, Homilía de clausura en SídneyLa Jornada Mundial de la Juventud se celebró este verano en tierras australianas, donde jóvenes de todo el mundo se encontraron con el Papa Benedicto XVI y se comprometieron a ser testigos de Cristo. Fue el Papa Juan Pablo II, quien en 1985, en el marco del Año Internacional de la Juventud, tuvo la intuición de convocar a todos los jóvenes católicos del mundo en Roma para celebrar y compartir su fe en el Señor resucitado, con la idea de que esa fe se reforzara en medio de las dificultades cotidianas y pudieran dar testimonio de la verdadera alegría en un mundo, urgentemente necesitado de la esperanza y el amor de Dios.El encuentro se repitió al año siguiente, también en Roma, y con aquellos primeros jóvenes de los ochenta, que respondieron ilusionados a la invitación del Papa, nació la Jornada Mundial de la Juventud. Tras Roma, vino Buenos Aires, después Santiago de Compostela, en el año 89, Czestochowa, Denver, Manila, París, de nuevo Roma, con el Jubileo del 2000, Toronto, Colonia. Y, por fin, este verano, en Sídney (Australia), 250.000 jóvenes han vuelto a repetir, una vez más, esta explosión gozosa de la universalidad de la Iglesia y del compromiso de las nuevas generaciones con el Evangelio de Cristo.Recibiréis la fuerza del Espíritu SantoLa Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es mucho más que un encuentro de jóvenes con el Papa. Los que hemos tenido ocasión de participar en esta experiencia en más de una ocasión, sabemos que supone un revulsivo para la vida de miles de jóvenes. De las JMJ han nacido miles de vocaciones, al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio.Los miles de chicos y chicas provenientes de más de 170 países de todo el mundo que se han dado cita en el continente austral, han podido meditar, orar, aprender, convivir, celebrar y dar testimonio de su fe en el Dios que los ama personalmente, hasta el punto de dar su vida por cada uno de ellos. Muchas preguntas abiertas y muchas respuestas intuidas o escuchadas han fortalecido, una vez más, la fe de estos jóvenes que, reunidos con sus pastores y acompañados por el Papa, reflexionaban sobre la presencia del Espíritu Santo en sus propias vidas y en la vida de la Iglesia.El lema de esta XXIII Jornada se tomaba del primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos”. El Espíritu Santo ha sido el “leiv-motiv” de todo el encuentro, desde las catequesis hasta las grandes celebraciones de los actos centrales: la vigilia de oración y la Eucaristía Final.El desarrollo de la JornadaEntre el 13 y el 15 de julio, jóvenes de los cinco continentes fueron llegando a la ciudad de Sídney desde las distintas diócesis australianas, donde los días anteriores tuvieron la oportunidad de compartir la fe con los católicos oriundos, que les acogieron en sus propias casas, parroquias y colegios con los brazos abiertos. El día 16, el Cardenal George Pell, obispo de Sídney, daba la bienvenida a todos los jóvenes e inauguraba oficialmente la Jornada Mundial con la celebración de la Eucaristía. Las calles de Sídney se llenaron del color y la alegría de la sana juventud católica. La JMJ fue una auténtica invasión pacífica y entusiasta de jóvenes de todas las razas y culturas. Sus sonrisas y cantos contagiaban de alegría a los habitantes de la ciudad.Durante tres días, los jóvenes tuvieron la oportunidad de asistir a los diversos festivales y muestras de música y arte cristiano, de visitar la “Expo” de las vocaciones, donde cada movimiento y congregación tenía su stand, o de echar una mano en diversos proyectos de asistencia social. Entre los acontecimientos más significativos, cabe destacar el Via Crucis que recorrió las calles de Sídney. Cada estación fue representada por jóvenes actores, apoyándose en una puesta en escena en la que la música, la danza, la expresión corporal, los decorados, la iluminación y los medios audiovisuales crearon una atmósfera de recogimiento y oración durante más de 3 horas.Pero sin duda, el momento central de cada uno de los tres días fueron las catequesis, planteadas en torno a tres temas: vivir según el Espíritu, el Espíritu Santo como alma de la Iglesia y el Espíritu nos envía a ser testigos. Obispos de todo el mundo dirigían estas catequesis y los jóvenes pudieron entablar con ellos un diálogo cercano y plantearles sus más profundas inquietudes, muchas de ellas relativas al discernimiento de su vocación y a las dificultades cotidianas para dar testimonio de la fe en un mundo secularizado. Los jóvenes cristianos han mostrado, una vez más, la madurez y seriedad con la que quieren construir su vida.Entre las catequesis más significativas se encontraban las del Cardenal salesiano de Honduras, Óscar Rodríguez Maradiaga, que habló a los jóvenes de la figura de San Pablo y su ardor evangelizador, poniéndolo como ejemplo para sus vidas, con el lenguaje cercano y paternal de Don Bosco.También durante estos primeros días, se celebró el tradicional encuentro del Movimiento Juvenil Salesiano que tiene lugar en cada edición de la JMJ. Este encuentro está pensado para ofrecer a los jóvenes del MJS participantes en la JMJ la oportunidad de conocerse y compartir también su fe celebrándola al estilo de Don Bosco. En este caso, fueron más de mil los jóvenes reunidos en la parroquia de San Juan Bosco del distrito de Engadine, a las afueras de la ciudad. El Rector Mayor acompañó a los jóvenes en este encuentro y les propuso los modelos de santidad de Domingo Savio y Laura Vicuña. Por supuesto, como no podía ser de otro modo según nuestro carisma, hubo oración y reflexión, pero también música, velada, y una típica barbacoa australiana.La presencia del PapaEl broche de oro a toda la semana lo pusieron la Vigilia de oración del sábado por la noche y la Eucaristía Final del domingo, presididas ambas por el Papa Benedicto XVI, que se incorporó a la JMJ el día 17, recibido por las multitudes de jóvenes que lo aclamaban a su llegada en barco por la preciosa bahía de Sídney.El sábado por la mañana, riadas de jóvenes atravesaban la ciudad camino del Hipódromo de Randwick, espacio que se había acondicionado para albergar a casi medio millón de jóvenes. A lo largo del camino, se habían preparado, siete lugares llamados “Estaciones de Fuerza”, en cada una de las cuales se proponía meditar sobre uno de los dones del Espíritu.El inmenso espacio de Randwick se iluminó al anochecer con las velas de los miles de jóvenes dispuestos para la oración en presencia del Papa. La Vigilia se desarrolló trenzando música, testimonios y oración, y desembocando en la homilía del Papa. En ella, Benedicto XVI habló a los jóvenes del Espíritu Santo como vínculo de Unidad, como presencia de Dios-Amor, y como don que se ofrece a sí mismo. El colofón lo puso el momento en el que se expuso el Santísimo y se produjo un sobrecogedor silencio oracional de casi 20 minutos. El ambiente de recogimiento se prolongó a lo largo de una noche fría que dio paso a la luz del amanecer del domingo. Los jóvenes, que habían dormido al raso, se levantaban para celebrar la Misa Final con el Papa, durante la cual recibieron el sacramento de la Confirmación 24 jóvenes de distintas nacionalidades. Fue el punto final a una Jornada Mundial marcada por una amplia variedad de culturas y en la que ha tenido especial protagonismo la comunidad aborigen, como signo del proceso de reconciliación propuesto por la Iglesia australiana.Pero la JMJ no termina en Sídney, sino que los chicos y chicas que la han vivido, están dispuestos a llevar la luz de su fe a sus ambientes cotidianos, tal y como el Papa les ha encomendado: como “ofrenda a un mundo que, en muchos aspectos, es frágil”.
Marta Cesteros Yagüe
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