Queridos amigos: Que el Boletín Salesiano, lo tengamos nuevamente en nuestros manos para que, tras ojearlo –u hojearlo, si se prefiere-, nos dispongamos, sobre todo, a leerlo, de un tirón o poco a poco, para así saborearlo mejor, significa que ya se le ha ido otro mes al año 2007 y, por consiguiente, que nos hemos visto de nuevo urgidos a cumplir con el rito mensual de quitarle otra hoja al calendario. En esta ocasión, la correspondiente a junio, un mes especial para todos, pequeños y grandes, no sólo por lo que se va con él, sino también por lo que trae consigo. A propósito de lo que se ha ido, nos podemos fijar, por ejemplo, en muchos de nuestros animadores, o en todos nuestros alumnos, o en los muchos chicos y chicas de nuestros oratorios y centros juveniles, o también, en todos o en algunos de nuestros hijos, nietos, bisnietos, etc., que aún están en la edad de ir a la escuela, al colegio, al instituto, al oratorio, al centro juvenil…, o son estudiantes universitarios. Que se haya ido el mes de junio, tiene, sin duda, para ellos y para sus padres y educadores, una significación muy especial. ¿Cuál? Que también ha finalizado ya el curso escolar y universitario 2006-2007. ¿Se podría decir que se ha terminado felizmente? ¿Podemos decir que hemos crecido en todos los sentidos? Imagino que ya hemos hecho la revisión final de este curso recién terminado y tenemos todos claro lo que hemos conseguido de los objetivos que nos marcamos en septiembre de 2006, lo que hemos avanzado y, por supuesto, todos esos aspectos manifiestamente mejorables que tendremos que volver a retomar en un futuro no muy lejano. Si no es así, todavía estamos a tiempo de hacer dicha revisión. Nos será de mucho provecho. Pero, como decía, el fenecido junio, no sólo nos trae reminiscencias de algo que se va, sino también de algo que llega. ¿Qué a qué me refiero? Al recién comenzado tiempo de verano y, con él, a las vacaciones, laborales o no, que, ya sea en uno o en varios momentos al año, todos disfrutamos. Sí, amigos, ya estamos en julio y luego vendrá agosto, precisamente dos meses del año en los que niños, adolescentes, jóvenes, adultos y mayores nos tomamos también, bien fuera de donde vivimos habitualmente, o en el mismo lugar, esos pocos, muchos o los suficientes días de vacaciones que no sólo anhelamos, sino que, además, necesitamos y nos merecemos. ¿Nos hemos detenido ya a proyectarlas, programarlas o prepararlas, personalmente y/o con toda la familia, para que sean unas vacaciones de verano felices y provechosas? Estoy seguro de que sí. No obstante, permitidme recordar que para la Familia Salesiana y los amigos de Don Bosco, las vacaciones de verano se definen como un cambio de ocupación: “Ya sé que a algunos –decía nuestro padre y fundador- no les parecerá bonito ir de vacaciones para trabajar. Y, sin embargo, el verbo vaco, vacas, vacare no significa descansar, no hacer nada, como alguno se cree, antes al contrario, significa ocuparse, atender a alguna cosa” (MBe, XIII, 372). Pero, sobre todo, permitidme recordar que, durante el verano y las vacaciones, nosotros seguimos con los jóvenes, es decir, con nuestra misión de educarlos y evangelizarlos. En la medida de nuestras posibilidades y según nuestro estado de vida, participando directamente en el sin fin de actividades educativo-pastorales que, para ellos, nuestra Familia Salesiana ha organizado, pero también desde la retaguardia. Porque el sentido de nuestra vida, amigos, heredado de Don Bosco, es “estar” siempre con los jóvenes, en invierno y en verano, durante el curso y durante las vacaciones, cerca de ellos o lejos. Pues, ¡felices vacaciones de verano con los jóvenes y hasta que nos volvamos a encontrar en septiembre, si Dios quiere! Con mi afecto y oración.
Pablo Marín S. Director
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