Sí, se llama María, tiene 7 años y somos amigos. esto de “ser amigos” no es pura retórica; es en realidad de las más gozosas: nunca he comprendido del todo el deseo de Jesús de Nazaret de estar con los niños; poco a poco voy perforando tinieblas. Se llama María y estando de marcha en un campamento de veranos, seguimos el ritmo transparente de la vida que nos invitaba a hablar, dialogar, compartir. Le manifiesto a María la satisfacción de que mi madre también se llamaba María y que María, mi madre, era muy buena. Entonces ella, agarrada a mi mano y sin dejar de caminar me dice: “¡claro! todas las madres son muy buenas”. Seguimos caminando y yo, que tengo más de siete años, pienso: “me siento alegre, profundamente alegre, porque en voz de una niña, he sentido la confirmación de una de las verdades más bonitas de mi vida: “que todas las madres, también la mía, son muy buenas”…

No hay Comentarios