;font color=#CC0000>Un banco de secretos;/strong> Secretario viene de secreto. El eterno secretario era un absoluto secreto. Callado como una tumba, él, memoria histórica de la inspectoría y con tantas cosas interesantes que contar… Pero no era el cronista oficial ni el narrador ocasional de tantas historias. Licenciado en Derecho civil y Derecho canónico era la persona ideal -oro de ley, hombre de leyes con corazón salesiano- para infinidad de asuntos legales de “individuos y de haciendas”. ;font color=#CC0000>El Derecho y el despacho no le secaron el corazón;/strong> En una familia profundamente cristiana, en una ciudad tan salesiana como Ronda, donde nació, se empapó de espíritu salesiano. Vocación tardía, porque entró desde el Colegio Mayor Don Bosco-, vocación temprana porque la vivió desde la infancia. Salvador ha sido siempre enjuto, débil, lineal. Fino. Sin aristas. Fuerte de espíritu, delicado y cordial, disponible y servicial, sencillo y obediente. No salesiano de mucho patio, sí de mucha salesianidad. El carisma, como el aire, se cuela por cualquier rendija. ;font color=#CC0000>Un cómodo comodín;/strong> ¡Qué regalo para la inspectoría! Más que pelota de ping pong, a merced de los raquetazos de la obediencia, fue un valioso comodín al servicio de la necesidad. Siempre en cargos de confianza y responsabilidad. Era tan capaz, y además tan dispuesto, que “lo mismo valía para un roto que para un descosido”. Y a pesar de “no mostrar en comunidad su habilidad y su virtud”, enseguida las descubrían. Salvador es tan fino que no le cuesta ni subir ni bajar… No le pesa el cuerpo; no le pesan las cargas del cargo; para él, los escalones no son escalafones. Fue director, delegado de pastoral juvenil, ecónomo inspectorial y mil cosas más. En la secretaría se estabilizó, casi se eternizó… ¡sin momificarse! Lo mismo hacía fotocopias que celebraba como capellán a la duquesa de Alba cuando venía a Sevilla. Lo mismo recogía y llevaba el correo, que atendía a la Cofradía de Estudiantes que le concedió la medalla de oro. También recibió la medalla pro ecclesia et pontifice. Era una figura, sin figurar. No gran profesor, ni gran orador, ni gran conversador. Sí una gran persona, un gran servidor, un excelente religioso. ;font color=#CC0000>Emotivo homenaje;/strong> La casa inspectorial -ante el declive de la salud- aprovechó el 80 cumpleaños para hacerle un homenaje. Sabia decisión. Los homenajes se hacen en vida, antes de que se oscurezca la mente y la memoria de unos y de otros. Se canta al sol mientras alumbra. Participaron algunos familiares, el Consejo Inspectorial y dos exinspectores. Salvador dijo unas sencillas –y ajustadas- palabras de agradecimiento.
Alfonso Francia
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