Finalidad y carácter de la clase de Religión
En enero de este año, antes de la publicación de los currículos de Religión, Francesc Riu, salesiano y sacerdote, con una larga experiencia en la dirección de escuelas católicas y como delegado general de educación cristiana de la archidiócesis de Barcelona, publicó un documento muy interesante sobre la finalidad y el carácter de la clase de Religión, con el título “Salid a su encuentro”. En las Jornadas de delegados diocesanos de enseñanza celebradas en la sede de la Conferencia Episcopal Española la primera semana de febrero, la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis presentó ese documento como el instrumento adecuado para formación de los profesores de Religión de todas las diócesis.
A finales de ese mismo mes, la presentación de los nuevos currículos de esta asignatura suscitó una desagradable polémica en la que Francesc Riu se sintió obligado a intervenir debido al contenido y el tono de algunos comentarios. He aquí una síntesis de los pensamientos expuestos en su blog de la web CataluñaReligión.
“Muchos de los comentarios no se han referido al carácter de los nuevos currículos, sino a detalles concretos claramente descontextualizados, con un afán manifiesto de desprestigiar una asignatura que, según algunos, debería desaparecer definitivamente del mapa académico. Por este motivo, se ha atribuido a los currículos de Religión una finalidad que no tiene nada que ver con las razones que justifican su presencia en las aulas. Este hecho me ha movido recordar cinco principios que deberían ser tenidos en cuenta.
Primero. La presencia de la asignatura de Religión en las escuelas responde al derecho de los padres a asegurar que sus hijos reciban una formación religiosa de acuerdo con sus convicciones. Se trata de un derecho fundamental que los padres han de poder ejercer con plena libertad. Las Administraciones educativas lo deben garantizar.
Segundo. Si las enseñanzas de religión católica, como las de otras religiones, deben ocupar un lugar en el ámbito académico escolar, la asignatura de Religión debe tener la misma dignidad y ser impartida con el mismo rigor y el mismo horario que las demás asignaturas optativas, ni más ni menos.
Tercero. La educación escolar se fundamenta sobre todo en la transmisión sistemática y crítica de la cultura. Por tanto, en las clases de Religión es normal que las enseñanzas constituyan una propuesta de carácter cultural que puede ser ofrecida a todos los alumnos que la deseen, sean las que sean sus opciones personales de fe.
Cuarto. La finalidad y el carácter de los nuevos currículos son muy distintos de la finalidad y el carácter de los anteriores. Por este motivo me he atrevido a escribir que, a partir de ahora, las clases de Religión podrán ser objeto de un cambio profundo, de tal modo que podremos hablar de un antes y un después.
Quinto. La clase de Religión ganará prestigio y prestará un buen servicio a los adolescentes y jóvenes que participen en ella. Estos saldrán de sus escuelas habiendo aprendido a intervenir eficazmente en el diálogo intercultural e interreligioso.
Esta realidad no debe impedirnos que, con lucidez, descubramos que el 2015 puede dar un vuelco a la situación en que hasta ahora se encontró la clase de Religión en muchas escuelas. Según mi parecer, esta es una buena noticia. Hacía años que la esperábamos”.
Francesc Riu
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