Han terminado las Olimpiadas, permítaseme el lujo de no llamarlos Juegos Olímpicos porque a día de hoy les hemos robado el juego hasta a los niños, y comienza la temporada futbolística, los domingos frente al televisor o con el transistor bien cerca, y la rápida transformación de los bares, donde las terrazas llenas de parejas y familias dan paso a las mesas y las barras llenas de hombres enzarzados en discusiones acerca de la última decisión del arbitro. Es imposible mantenerse al margen, el bombardeo informativo es de tal magnitud, que los informativos dedican más tiempo al fútbol que a la actualidad internacional.Yo tampoco soy inmune a las noticias futbolísticas, y por qué no decirlo, disfruto mucho viendo un buen partido, y quizá por eso el otro día tomando un café me encontré en medio de una conversación sobre el traspaso del jugador del Real Madrid, Robinho. Opinábamos atropelladamente, unos de acuerdo con el traspaso, otros que era una locura. Pero lo que más me sorprendió fue escuchar en boca de un amigo: “Robinho vale más que los 37 millones de euros que han pagado por él”, y otros compañeros le daban la razón: “Sí, sobre todo si el Manchester dice que Cristiano Ronaldo vale 170 millones de euros”. Yo intentaba cuadrar esas cifras en mi cabeza, sonaban a muchísimo dinero.Deporte educativo salesianoLeía en el Boletín Salesiano del mes de Septiembre un artículo que hablaba de los Juegos Intersalesianos celebrados en Arévalo y Valencia. Y recordaba mi época como jugador de baloncesto en Salesianos-Atocha, jugador con más pena que gloria, para qué negarlo, en la que gracias al deporte, a los compañeros y entrenadores, me fui preparando para la vida adulta. El artículo decía: “El deporte en la vida de los jóvenes se traduce en salud, bienestar, amistad, superación… valores que ayudan a formarlos como adultos para el futuro”. Yo añadiría aún más, el deporte educa en el respeto a las reglas, en la importancia del compromiso, en la corresponsabilidad, y también a saber aceptar una derrota y comportarse como un caballero cuando se gana.Por eso mirando a ese Robinho llegar al entrenamiento de su selección a bordo de un helicóptero, no puedo menos de imaginar al Robinho de las favelas, a ese pobre Cristiano Ronaldo que vivía humildemente en las calles de Madeira e imaginar a todos esos niños en territorio de misión que los admiran y sueñan con ser un día como sus ídolos.Lenguaje UniversalBusco entre las fotos que misioneros de Mali y de Togo me han traído este verano y recuerdo las palabras de otros tantos hablando de cómo atraer a los chicos. El deporte como forma de unión es clave en los territorios de misión, y sobre todo el fútbol, no hay niño, por muy alejado que esté el país de lo que consideramos primer mundo, que no sepa jugar al fútbol. El fútbol es el nuevo lenguaje universal, la mejor forma de acercarse a ellos en esa tarea de evangelización y educación.Este verano ha estado unos días en la Procura Misionera Javier Sanz, misionero salesiano en Albania, y comentaba con preocupación cómo los campos de fútbol de Tirana son de pago, quizá por ello, a la obra salesiana de Tirana acudan tantos niños cristianos y musulmanes en busca de actividades lúdicas. Porque los niños necesitan crecer como niños y no podemos privarles de su bien más preciado, el juego, la ilusión.Arma de doble filoPero ese juego, herramienta de socialización, se convierte a menudo en un arma de doble filo. Es algo que podríamos comprobar en los patios de los colegios de nuestra ciudad, allí son muchos los padres que ven en las patadas de sus hijos la posibilidad de un futuro mejor, una forma de ganar dinero, incluso la salida a una de sus frustraciones, haber sido jugador de fútbol. Si esto sucede en países desarrollados, es imposible que en los países del llamado tercer mundo no acontezca. Brasil es el principal exponente debido a su tradición futbolística, los chicos ven en la pelota la solución a esa situación injusta que es la extrema pobreza de las favelas en claro contraste con los lujosos hoteles y las grandísimas fincas de los ricos.Hoy África es el territorio elegido por los sembradores de falsos sueños en forma de balón. Charlando con José María Sabe, misionero de la inspectoría salesiana de África Tropical Ecuatorial, hablábamos de la figura de Samuel Eto’o. El futbolista camerunés, es para sus jóvenes compatriotas el espejo en el que mirarse, su nombre es más importante que el del Presidente del Gobierno, y sus partidos y declaraciones seguidas por todo el pueblo. Alrededor de su figura, y de la de otros grandes jugadores africanos, los sembradores de falsos sueños han creado escuelas de fútbol repartidas por toda África. Escuelas donde los niños y jóvenes, tratarán de despuntar, de ser admirados por algún europeo que les prometerá cumplir sus sueños y traerlos a Europa para que demuestren su maestría con un balón en los pies. Y uno se estremece de dolor cuando lee noticias como que las calles de las ciudades más importantes de Francia están inundadas de jóvenes africanos llegados a manos de agentes sin escrúpulos que prometieron a sus familias, previo pago de fuertes sumas de dinero, que sus hijos jugarían al fútbol en el viejo continente. Y en ese momento despierto de mis sueños de fútbol, y pienso que seguramente el próximo Pelé esté en África, pero deseo que siga jugando con sus amigos en una de nuestras misiones, que el deporte siga siendo una de las mejores armas para educar a los jóvenes y no para corromperlos. Enseguida vuelvo a pensar en Robinho, que vale 37 millones de euros, en Cristiano Ronaldo, que vale 170 millones, y en si podemos tasar a las personas, porque creo que aquellos que llevan un balón a África y educan a los chicos a través del juego tienen mucho más valor, y nadie va a pagar sumas astronómicas por hacerse con sus servicios, ni ellos se dejarían comprar, su vida es el lugar donde están, Jesucristo y sus niños. Ellos creen en la educación a través del deporte y no en el fútbol de Ronaldos, Robinhos, el opio de los pobres.
Lorenzo Herrero
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