El Boletín Salesiano recuerda algunas de las palabras que la joven siria Rand Mittri, trabajadora en el Centro Don Bosco de Alepo, pronunció ante miles de jóvenes y el papa Francisco en la Vigilia de Oración celebrada el 30 de julio de 2016 en el Campo de la Misericordia de Cracovia (Polonia):
“Hola, mi nombre es Rand Mittri. Tengo 26 años y soy una graduada del Colegio de Ciencias Naturales de Siria. Estudio un máster en Alepo. Nuestra ciudad ha sido destruida, arruinada y devastada. Somos la ciudad olvidada.
He viajado para veros con veintiuno de mis compañeros representando a la gente salesiana del Medio Oriente, incluyendo Siria, Líbano y Egipto. Con nosotros está el Padre Simón, el líder de la comunidad salesiana. Les doy gracias a Dios por permitirme estar aquí con vosotros.
Puede ser difícil para muchos de vosotros saber y comprender todo lo que está pasando en mi amado país, Siria. También es difícil para mí compartir una vida de dolor en solo algunas frases.
Todos los días de nuestra vida estamos rodeados por la muerte pero, como vosotros, cerramos la puerta todas las mañanas mientras vamos al trabajo o la escuela. Es en ese momento que nos envuelve el miedo de no volver a encontrar nuestros hogares o nuestras familias mientras nos separamos de ellos.
Tal vez seamos asesinados ese día o tal vez sean nuestras familias las que mueran. Es un sentimiento difícil y doloroso saber que se está rodeado por la muerte y la matanza, y que no hay forma de escapar, que nadie ayuda.
Dios, ¿dónde estás? ¿Por qué nos has olvidado? ¿Existes acaso? ¿Por qué no tienes misericordia de nosotros? ¿Eres el Dios del amor? Cada día hacemos estas preguntas y yo no tengo una respuesta.
¿Es posible que este sea el fin y que hayamos nacido para morir en el dolor? ¿Hemos nacido para vivir o para vivir una vida en plenitud? Mi experiencia es que esta guerra ha sido en realidad difícil y dura, pero ha hecho que madure y crezca antes de tiempo para poder ver las cosas desde una perspectiva distinta.
Sirvo en el Centro Don Bosco en Alepo. Recibimos a más de 700 jóvenes hombres y mujeres que vienen esperando una sonrisa y una palabra de aliento. También buscan algo que de otro modo falta en sus vidas: trato genuinamente humanitario, pero es muy difícil para mí ofrecer alegría y fe a otros mientras yo estoy en bancarrota con estas cosas en mi propia vida.
Hemos perdido a mucha gente en nuestro centro en esta guerra […]. Todos ellos son mártires de esta guerra sangrienta. La muerte ha destruido nuestras almas, sueños y esperanzas.
La destrucción de la vida humana es más grande que aquella comparada a la demolición de ladrillos y piedras. Pese a todo esto mi vida y la vida de mis amigos en la Iglesia siguen siendo de servicio y de entrega alegre a los niños en esta ciudad. Seguimos la huella de Don Bosco, quien creció en alegría para responder.
[…] En mi pobre experiencia de vida he aprendido que mi fe en Cristo supera las circunstancias de la vida. Cada vez más y más creo que Dios existe pese a todo nuestro dolor. Creo eso a veces incluso a través del dolor. Él nos enseña el verdadero sentido del amor. Mi fe en Cristo es la razón de mi alegría y mi esperanza. Nadie podrá nunca robarme esta auténtica alegría.
Al final, le pido a Dios por todos en Siria y por todo el mundo, el don de la alegría y la misericordia, y que esto esté en el corazón de los tristes y abandonados. Este es un mensaje para todos los cristianos en la faz de la Tierra.
Les agradezco y sinceramente les pido que recen por mi amado país, Siria.
Jesús, en ti confío”.
Daniel Díaz-Jiménez Carmona
No hay Comentarios