Recuerdo que hace años acompañé a un grupo de estudiantes de 2º de Bachillerato a una jornada de presentación de la Universidad Complutense de Madrid. En una charla “motivadora”, una profesora citó a un escritor norteamericano: “¿Sabéis cómo se define una persona? Muy fácil, un millón de personas partido un millón de personas”. Muchas personas se pierden en la masa humana y no llegan a ser “ellas mismas”. Una chica me comentó al día siguiente que esa frase era lo único que recordaba de toda la conferencia, y concluía así: “Yo no quiero ser un millón partido un millón. ¡Quiero ser yo!”.
Mucho antes, en 1929, el filósofo madrileño José Ortega y Gasset dictó unas conferencias en las que afirmó: “Vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser […]. Si nuestra vida consiste en decidir lo que vamos a ser, quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un atributo temporal: nuestra vida es ante todo toparse con el futuro. No es el presente o el pasado lo primero que vivimos, no; la vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante, y el presente o el pasado se descubre después, en relación con ese futuro […]. Tenemos que decidir lo que vamos a ser. A esto llamo «llevarse a sí mismo en vilo, sostener el propio ser». En cada instante tenemos que decidir lo que vamos a hacer en el siguiente, lo que va a ocupar nuestra vida” (J. Ortega y Gasset: ¿Qué es filosofía? Obras completas, VII).
También el papa Francisco pide a los jóvenes en su documento Christus vivit que sean ellos mismos, no una fotocopia: “Te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad: «Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros» (Gaudete et exsultate 11). Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo profético, que impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca única que sólo tú podrás dejar. En cambio, si copias, privarás a esta tierra, y también al cielo, de eso que nadie más que tú podrá ofrecer” (ChV 162).
Pie de foto: José Ortega y Gasset (1883-1955).
Jesús Rojano, sdb
Director de Misión Joven

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