Testigos de Dios ante los jóvenes La iglesia de María Auxiliadora del colegio Salesiano “San Juan Bosco” de Granada-Zaidín, estaba a rebosar entre los concelebrantes, los salesianos, los familiares amigos y conocidos de los que iban a profesar y los miembros de la Familia Salesiana local. Presidía don Filiberto Rodríguez, consejero regional para Europa Oeste, quien, en nombre del Rector Mayor, recibió a los cuatro jóvenes novicios entre los Salesianos de Don Bosco (SDB). Estaban presentes los inspectores de Bilbao, don Iñaki Lete, de León, don José Rodríguez Pacheco y de Sevilla, don José Miguel Núñez. Manuel Hurtado, Rafael Jesús Pérez, Jesús de Nazaret Rengel y Alejandro Soto, tras un año de noviciado en la Casa “Virgen de las Nieves”, en Granada-Cartuja, habían llegado a la convicción, con la ayuda del Señor, de María Auxiliadora y de sus formadores, de que la voluntad de Dios los impulsaba a “remar mar adentro” hacia el mundo juvenil y popular al estilo de don Bosco. Elocuente fue la llamada del padre maestro, don Santiago Martínez, a la que cada uno fue respondiendo: “Aquí estoy”, como respondieron los profetas, como respondió María, como respondió Jesús y han respondido tantas generaciones salesianas y eclesiales. Don Filiberto centró el mensaje de la Palabra precisamente en el hecho de los pescadores, que lo dejan todo y deciden seguir a Jesús. Invitó a dar gracias a Dios que sigue amando a la Iglesia y a las familias que entregan a sus hijos al servicio del Reino. A los cuatro jóvenes que iban a profesar les dijo que debían ser ante todo, “en nuestra Europa”, testimonio de Dios ante los hombres, sobre todo los jóvenes. Es lo que pide, prosiguió diciéndoles don Filiberto, el Señor y la Iglesia a la Vida Religiosa, mucho más allá de buenos profesionales y peritos en cualquier disciplina humana o técnica. Resonó bien la fórmula de la profesión con la inclusión de nombre y apellidos, en una asamblea sobre la que aleteaba el Espíritu Santo con su fuerza. Manolo Hurtado, extremeño, Rafael Jesús, cordobés, Jesús de Nazaret, gaditano castizo, y Alejandro, jerezano de pura cepa: a todos dimos nuestro aplauso y, sobre todo, rezamos por ellos para que se haga realidad su generosa entrega a Dios y a los jóvenes. La vida salesiana, como un anchuroso mar, está abierta a los nuevos braceros, que empiezan con ilusión a preparar los remos para seguir remando mar adentro, echar las redes y que la pesca sea abundante. Pero no tengáis prisa: gozad de la paz de Cristo, a quien habéis entregado vuestra vida.
Marcelino Carreto
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