Fechada el 25 de diciembre del 2005, solemnidad de la Natividad del Señor, la primera encíclica de Benedicto XVI ha sido publicada en los últimos días de enero. Desde su atalaya espiritual, el Papa contempla el mundo, los grandes problemas, los grandes desafíos del momento actual, y fija la atención en lo esencial, en el corazón de la fe cristiana: la imagen de Dios y la imagen del hombre y de su destino. No pueden comprenderse, nos dice, más que desde el amor. Este es el verdadero sentido y objetivo de la encíclica. Con mucha claridad, Benedicto XVI nos dice a todos los humanos que el amor es posible, y que podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios.El Papa nos invita, especialmente a los creyentes,a vivir el amor y llevar así la luz de Dios al mundo. De manera serena y diáfana, el texto pontificio nos introduce en el misterio del amor, nos explica todas sus dimensiones (antropológica, teológica, eclesial) hasta llevarnos a su más auténtica comprensión como don y compromiso, para hacernos sentir que el amor humano está enraizado en el amor de Dios, que el amor es tarea para todo cristiano y para la comunidad eclesial, que toda la actividad de la Iglesia ha de ser expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano.Tarea de la Iglesia La primera parte de la encíclica tiene un carácter más especulativo. El Papa quiere precisar algunos puntos esenciales sobre el amor que Dios ofrece al hombre y sobre la relación de este amor divino con la realidad del amor humano. La segunda, es más concreta y trata de cómo cumplir en la Iglesia el mandamiento del amor al prójimo. El texto deja muy claro que, junto al anuncio de la Palabra y la administración de los sacramentos, el ejercicio de la caridad constituye uno de los elementos esenciales de la Iglesia. Ella no puede descuidar el servicio de la caridad. Este servicio comunitario precisa incluso una organización esmerada para que, realmente, en la comunidad de los creyentes no exista una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida digna. La Iglesia es la familia de Dios en el mundo, y, en esta familia, no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero los límites de la caridad no se agotan en la Iglesia, superan sus confines. En unión con toda la anterior doctrina social de los papas, Benedicto XVI quiere contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia, proponiendo el orden justo de la sociedad y del Estado como una tarea principal de la política. No es tarea de la Iglesia, sino de la política, la empresa de realizar una sociedad más justa. Pero a la Iglesia le interesa sobremanera trabajar por la justicia y a ello llama el Papa, especialmente, a los fieles laicos, subrayando que la caridad debe animar toda la actividad económica y política, llegando a ser “caridad social”. Finalmente, la encíclica señala los elementos específicos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial. Es, ante todo, la respuesta a una necesidad inmediata, en una determinada situación; se le pide, como requisito básico, competencia profesional. Es también la actividad caritativa cristiana, independiente de partidos e ideologías; y es, sobre todo, gratuita, ni proselitista ni interesada. Suele ser la primera encíclica de los respectivos pontificados un texto programático. Benedicto XVI, en su ;i>Dios es amor, ilumina y orienta, sin duda el momento presente. Pero señala también el horizonte más pleno y más auténtico de la vida cristiana.
Eugenio Alburquerque
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