El día 9 de octubre de este año 2008 se ha cumplido medio siglo de la muerte del Papa Pío XII. En medio de tantos aniversarios, éste puede pasar inadvertido.La figura gigantesca del papa Eugenio Pacelli ha sido bastante denostada en estos años. La estatua que le dedicaron en la basílica vaticana no lo hace demasiado simpático a los que la visitan. En realidad, casi se le recuerda solamente para culparle de no haber evitado la segunda guerra mundial y el holocausto judío. Como si un papa tuviera tanto poder.Elegido papa en marzo de 1939, ya en mayo proponía que los conflictos entre Italia y Francia, así como entre Alemania y Polonia, se solucionaran en una conferencia de paz, a la que asistiría también Inglaterra. Hitler decidió ignorar aquellas propuestas. Todavía el 24 de agosto, en vísperas del estallido de la guerra, Pío XII exclamaba: “Nada se pierde con la paz, todo se pierde con la guerra”.Hoy se sabe que durante su encuentro con Joachim von Ribbentrop, el 10 de marzo de 1940, este ministro de asuntos exteriores del régimen nazi rechazó hablar de la guerra.A lo largo de la contienda, Pío XII se negó a abandonar la ciudad de Roma. No es extraño que Ernst von Weizsäcker dijera: “Fue el Papa quien, permaneciendo en Roma, obligó a los ejércitos contendientes a respetar la ciudad”.La otra gran acusación, repetida tanto por la novela como por el teatro, se refiere a la actitud de Pío XII frente a la persecución que sufrieron los judíos. Se olvida las dos serias condenas del exterminio pronunciadas por el Papa: en el mensaje de Navidad del 24 de diciembre de 1942 y en el discurso al colegio cardenalicio el 2 de junio de 1943. Se olvidan los cuatro millones de dólares de aquel tiempo entregados como ayuda a los judíos, los cerca de cuarenta mil de ellos que fueron ayudados por el Vaticano a huir de Alemania, los casi cinco mil que fueron escondidos en casas religiosas de Roma. Los que visitan las catacumbas de Priscila pueden ver el mosaico realizado por un judío durante su ocultamiento.Es significativo que cuando Zolli, el gran rabino de Roma, se convirtió al catolicismo, decidió tomar en el bautismo el nombre de Eugenio, como signo de gratitud al Papa Pacelli.De todas formas, el pontificado de Pío XII presenta otras muchas facetas que sería bueno recordar y evaluar a los cincuenta años de la muerte de aquel pontífice. Sus orientaciones sobre el estudio y la interpretación de la Biblia, recogidas en la encíclica “Divino Afflante Spiritu”, su decisión de investigar toda la verdad sobre la tumba de San Pedro, su apertura hacia el evolucionismo expresada en la encíclica “Humani generis”, la promoción de la liturgia por medio de la “Mediator Dei” y la definición del dogma de la Asunción de María a los cielos con motivo del Año Santo de 1950. Todo puede y debe ser sopesado con seriedad y serenidad a medio siglo de distancia.
José-Román Flecha Andrés
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