Berham tiene una peluquería en Adigrat (Etiopía) y cuenta con muchas clientas. Su negocio va bien y le permite sacar adelante a su familia. Berham es una de los miles de niños y niñas que colaboradores de Misiones Salesianas apadrinaron en Etiopía. La periodista Lola Hierro, en El País, nos ha acercado su historia y las de otros hombres y mujeres que han conseguido salir de la miseria gracias al proyecto de Apadrinamientos de Misiones Salesianas.
La idea de buscar padrinos y madrinas fue de un joven misionero salesiano Alfredo Roca, hoy con más de 80 años es toda una institución en la comunidad de Adigrat en la que aún trabaja. “Cuando llegué había una guerra que duró hasta 1991 entre el Gobierno comunista de Megistu y varios grupos secesionistas. La situación era muy difícil y llegaban muchos refugiados. Esa gente no poseía nada, ni raíces. Si tenían hambre, tenías que procurar que comieran”, explicaba el padre Roca a la periodista de El País. Para tratar de aliviar las necesidades de los más pobres surgió la idea de buscar padrinos y madrinas para ayudar a los niños y niñas más pobres. “Hicimos fotografías de los chicos y chicas, los enviamos a Madrid y así empezó todo”, continuaba contando el salesiano.
Y los colaboradores de la Procura Misionera Salesiana en Madrid respondieron a la llamada. Cientos de niños y niñas encontraron a miles de kilómetros de distancia a unas personas que les ofrecían ayuda. Personas de toda España que se sintieron afectadas por su situación y quisieron poner su grano de arena para mejorar la vida de esos niños y niñas. “Hoy en Adigrat hay más de 380 niños y niñas apadrinados, pero hay ahijados y ahijadas en países como Bolivia, Benín, Colombia… y un largo etcétera”, explica Dolores Gómez, responsable de programa de Apadrinamientos de Misiones Salesianas.
Desde los primeros apadrinamientos en 1988 hasta hoy, el número de niños y niñas apadrinados ha sido muy alto. “Es una lástima que hoy sólo tengamos registro desde el año 2002. Son más de 1.000 los niños y niñas que han podido ir a la escuela, han podido comer y vestirse gracias a los padrinos y madrinas”, añade Gómez.
El que un niño o niña tenga un padrino o madrina marca un antes y un después en su vida. Es un antes y un después. Es cambio la diferencia de vivir en la pobreza o romper con ella para siempre. Es lo que han conseguido Berham, Ephrem, Brahane… los “niños y niñas” que la periodista Lola Hierro ha sacado del anonimato y ha convertido en verdaderos ejemplos de lucha por salir adelante. “El apadrinamiento les ha ayudado en el momento que iban a la escuela, no sólo para sus estudios, también para estar mejor alimentados, vestir un poco mejor, no tener problemas para comprar el uniforme y los lápices, acceder a tratamientos médicos si los necesitaban…”, añadía el padre Roca.
Han pasado más de 25 años desde esos primeros apadrinamientos y en Misiones Salesianas nos sentimos especialmente afortunados de contar con esos padrinos y madrinas que no miran hacia otro lado ante el dolor y el sufrimiento de los niños y niñas del mundo. “Hay personas que te conmueven. Padrinos y madrinas que no sobrándoles el dinero hacen un esfuerzo cada mes para su ahijado o ahijada, personas que apadrinan a todos los hermanos para que no sean unos más que otros o colegios que se organizan para apadrinar a los niños y niñas de una clase…”, dice Dolores Gómez.
Ser padrino o madrina de un niño o niña es siempre una bendición y una gran responsabilidad. Los padrinos son una guía para los pequeños, personas que se ocupan de su bienestar y en quién recae la tarea de ayudar a los padres en su educación y transmitir los valores cristianos. Ver a los ahijados crecer, vivir sus vidas y formar sus propias familias es una alegría. Del mismo modo, ser padrino o madrina de un niño o niña necesitado es un acto de gran generosidad que también se ve recompensado al saber que ese niño o niña se ha graduado, que ha abierto su propio comercio o ha encontrado un buen trabajo, que ha formado su familia, que tiene hijos que van a la escuela… Que ha conseguido vencer los obstáculos y vivir.
Ana Muñoz