Queridos amigos: Nos encontramos de nuevo a través de las páginas del ;i>Boletín Salesiano, nuestra revista. ¿Cómo hemos pasado el mes de mayo? Seguro que tenemos muchas cosas buenas que contar de estos 31 días, tan marianos y, a la vez, tan salesianos, que cada año tenemos oportunidad de celebrar y vivir. Todo un mes y, especialmente, fechas tan señaladas para nuestra familia en el calendario como el 6 de mayo, fiesta de santo Domingo Savio, el 13, fiesta de santa María D. Mazzarello y, por supuesto, el día 24, fiesta de María Auxiliadora, bien preparada, como siempre, tanto interior como exteriormente, en los días de la novena, que, con seguridad, formarán parte ya de nuestras experiencias y vivencias y, como cabe esperar, nos habrán llenado del entusiasmo que nos hace falta para seguir adelante con nuestras tareas y compromisos. Porque, en efecto, amigos: el tiempo no se para y la vida sigue. O sea, que, si bien mayo de 2006 se ha ido, ya ha llegado junio. Y aquí seguimos nosotros. Como María, la Madre de Jesús y nuestra Madre, con todas las experiencias y vivencias acumuladas en nuestro corazón durante los días pasados, a las que siempre, y especialmente en momentos de mayor dificultad, podremos recurrir, pero, también, y sin, por supuesto, olvidar ese pasado acumulado, abiertos a lo que el nuevo mes del calendario nos depare. ¿Y qué trae consigo el mes de junio? Para nuestra familia salesiana de educadores-evangelizadores, el final del curso escolar sobre todo; si se quiere en una terminología más exacta y acorde con nuestra misión, el final del curso educativo-pastoral 2005-2006. Es un motivo por el que, como os habréis dado cuenta ya, el tema central del Boletín Salesiano de este mes de junio, está dedicado a la educación. Pero hay, además, algo más que explica que se le haya dado el enfoque que indica su título: Educar hoy…Una apuesta de futuro. Veámoslo, amigos. De un tiempo a esta parte, y en España concretamente, asistimos al sucederse de noticias relacionadas con nuestra tarea educativo-evangelizadora que, quizás, no sean muy halagüeñas. Bastaría con fijarnos en dos botones de muestra que lo confirman: uno es la publicación por parte de la Fundación Santa María del Informe Jóvenes Españoles 2005, en el que, entre otras cosas, aparece claro que los jóvenes españoles desconfían y se alejan cada vez más de la Iglesia; el otro es la entrada en vigor, el pasado 24 de mayo, de la poco menos que inquietante nueva Ley Orgánica de Educación (LOE), que, para todos los niños, adolescentes y jóvenes españoles en edad escolar, pone en marcha un nuevo sistema educativo, -¡otro más en pocos años!-. Es cierto que ante esas noticias que tienen que ver con los destinatarios de nuestra misión educativo-pastoral, no se produce siempre por nuestra parte un único modo de reaccionar. Pero también es verdad que la tentación de abandonar, de arrojar la toalla, o de ponernos a la defensiva en nuestra tarea de educar y evangelizar, especialmente en circunstancias tan difíciles, complejas y de cambio cultural como las que estamos viviendo, siempre está al acecho para que no la descartemos. ¿Debe ser este nuestro modo de reaccionar? Desde luego que no. Porque nosotros, tanto en la escuela, como en el oratorio-centro juvenil, en la parroquia, en los demás ambientes o ámbitos de nuestro proyecto educativo-pastoral y, por supuesto, en la familia, somos educadores y evangelizadores al estilo de don Bosco. Y, como es sabido, aún las dificultades por las que atravesó a lo largo de su vida, el “padre y maestro de la juventud” ni abandonó, ni arrojó la toalla, ni se puso a la defensiva; don Bosco fue siempre un optimista –sabía de quién se había fiado- en su compromiso de educar y evangelizar a los jóvenes. Por eso, amigos, al final de un curso, en el que, como poco, puede que nos sintamos algo cansados, creo que nos viene bien recordar estas palabras de don Bosco: “¿Queréis hacer algo bueno? Educad a la juventud. ¿Queréis hacer algo santo? Educad a la juventud. ¿Queréis hacer algo divino? Educad a la juventud. Entre las cosas divinas, esta es divinísima”. (MBe XIII, 538). En el cenáculo con María y los discípulos de Jesús el día de Pentecostés (4 de junio) quizás nos venga bien estar para decirle de nuevo a don Bosco que sí a eso que nos vuelve a proponer en este final de curso, a pesar de todo. Con mi afecto y oración.
Pablo Marín Director
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