Queridos amigos: Desde hace ya unos cuantos meses de este año 2006, bien estemos escuchando la radio, viendo la televisión o leyendo el periódico, nos damos de bruces, un día sí y otro también, con la misma noticia siempre: la llegada de cayucos llenos de inmigrantes procedentes del África subsahariana a los puertos y costas de las Islas Canarias. En sí misma, la noticia no tendría por qué extrañarnos, pues, desde la noche de los tiempos, ha habido personas que se han desplazado libremente de un sitio para otro buscando ganarse la vida. Sin embargo, el fenómeno migratorio quizás nos llame más la atención en esta ocasión por varios motivos: por lo recurrente que es, por lo masivo y, sobre todo, por lo doloroso o penoso que le resulta a las personas que, un día, deciden subirse a una frágil embarcación en la costa de Senegal y poner rumbo desconocido a cualquier lugar del archipiélago canario. Estas personas, resulta que pueden morir –y de hecho mueren- en el intento o son víctimas de las mafias, principalmente, en origen. Como inmigrantes ilegales que son la mayoría, por no decir todos, antes o después, serán, además, devueltos a África y…a volver a intentarlo. ¿Por qué? Porque África: 53 países y 936 millones de habitantes, es, hoy por hoy, aún los motivos para la esperanza de cara al futuro que, sin lugar a dudas, tiene, el continente de la pobreza por excelencia. Ahí están las estadísticas para corroborarlo. De los 25 países con un menor índice de desarrollo humano, 24 siguen siendo africanos. África, lo sabemos bien, es tierra de hambrunas periódicas, de conflictos armados eternos y de subdesarrollo por doquier. Ya se ve, pues, claro, por qué cada vez es mayor el número de africanos que arriesgan su vida por llegar al paraíso europeo, unos desde Senegal y Mauritania y, otros, desde Marruecos. Ahora bien, independientemente de estar a favor o en contra de la inmigración, ésta no parece que sea la solución más adecuada a los problemas que tiene planteados el continente africano. Desde nuestro punto de vista, la solución no está en que África pierda a sus jóvenes y a sus más cualificados profesionales porque emigran a otros países europeos; la solución está e ir al encuentro de estos jóvenes allí donde viven para educarlos y evangelizarlos de modo que ellos mismos sean, en sus propios países, agentes y motores de desarrollo. Es, diréis, una solución muy a largo plazo que, además, debe ir acompañada de otras soluciones. Cierto, pero tiempo al tiempo. Tengamos paciencia y fomentemos en torno al problema las sinergias y redes de cooperación que hagan falta. Precisamente, amigos, esto de promocionar humana y cristianamente a los jóvenes africanos más pobres y necesitados, es lo que llevan haciendo tantos misioneros y misioneras, voluntarios y voluntarias de la Familia Salesiana en el continente africano desde antes de 1980 y, sobre todo, a partir de esa fecha con el Proyecto África, a través de las obras y presencias salesianas de allí. En efecto, si antes de 1975 (primer centenario de las Misiones Salesianas) los Salesianos trabajaban en más de 13 países africanos, ahora, después de 25 años del Proyecto África (1980-2005), son l.204 salesianos –de éstos, el 50 por ciento de origen africano- los que hay trabajando en dicho continente, en 174 presencias de 42 países. A simple vista, esto nos indica que, en poco tiempo, se ha hecho mucho ya, pero, como dice don Alencherry, consejero para las Misiones y coordinador de la Región África-Madagascar, en el volumen conmemorativo del 25 aniversario del Proyecto África, no basta, pues “queda aún mucho por hacer para poder darle al carisma salesiano el verdadero semblante africano”. Naturalmente que, ni todo lo que ha hecho ya la Familia Salesiana en África, -ni todo lo que aún queda por hacer- es –será- solamente resultado del esfuerzo realizado por la vanguardia misionera, sino también por la retaguardia. Pues ojalá que la celebración del DOMUND (22 de octubre) nos anime a unos y a otros a renovar nuestro compromiso por África. Nos impulsan san Francisco Javier, “testigo y maestro de la Misión” y Nuestra Sra. la Virgen del Rosario (7 de octubre), auxiliadora de los misioneros de aquí y de allí. Con mi afecto y oración.
Pablo Marín Director
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