“Si el corazón falla, todo se complica” es una frase de nuestro querido don Bosco. Están tan cierto como profundo. La fórmula de la educación existe, basta aplicarla bien. Nada más sencillo. Y nada tan complicado. Hay que estar siempre dispuesto a invertir tiempo, a entregarse gratis, a esforzarse, a revisarse, a tener paciencia. Y también ir de la mano descubriendo juntos lo que Dios quiere de cada uno y de cada vida, fiarse de lo que el corazón nos dice obviando comentarios ajenos, creer en el potencial de cada ser, pero sin acomodarnos o apoltronarnos. Supone estar atento a los cambios, actitudes y acontecimientos. Y supone revisar los métodos, los testimonios y los resultados. Tendremos que aprender a sacar de cada persona lo mejor de sus posibilidades. También lo mejor de nosotros mismos para asumirlo, potenciarlo y entregarlo. Esto se da si hay amor verdadero, desprendido de egoísmos, que pone en el centro, no a uno mismo, sino a quienes queremos y queremos educar. Por encima de todo, ellos deben experimentar que les queremos.

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