¿Te imaginas una Navidad sin frio o nieve? ¿Te imaginas una Navidad sin luces por las calles? ¿Te imaginas una Navidad sin Reyes Magos? ¿Te imaginas una Navidad sin árboles de Navidad? ¿Te imaginas una Navidad sin el olor de las castañeras impregnando las calles? ¿Te imaginas una Navidad sin lotería? Es más ¿eres capaz de imaginarte a los Reyes Magos completamente asfixiados bajo el calor de sus mantos, o a un orondo Papa Noel en traje de baño y gafas de sol? Todo esto que a nosotros nos puede parecer un disparate total, podría ser una realidad en muchos lugares del mundo. Porque, en muchos lugares del mundo la Navidad se celebrará en pleno verano. Pero la Navidad como bien sabemos, aunque no esté de más recordarlo por si acaso, no son las luces, la nieve, ni los abetos decorados. Tampoco la Navidad se reduce, por mucho que la televisión nos ayude a pensar que sí, a grandes cenas con compañeros de trabajo, familia y amigos, al gordo de la lotería, a cientos de turrones, polvorones y colonias. Y por supuesto, no se nos olvide, la Navidad no la gestionan los grandes Centros Comerciales que mandaron hace ya casi un mes a las muñecas de Famosa en peregrinación hacia el portal por eso de irse anunciando con tiempo… Nos empeñamos en llenar a los nuestros de regalos en Navidad y olvidamos lo primordial, la Navidad en si misma es el mayor regalo, «porque un niño nos has nacido, un hijo se nos ha dado». Celebremos, pues, que Dios no viene sólo a visitarnos, viene a quedarse con nosotros a caminar con nosotros a vivir en la tierra con nosotros. Es tiempo por tanto de celebrar, es tiempo de alegría pues Jesús nace entre nosotros. Pero no hemos de olvidar, y mucho menos en estas fechas, que Dios tiene la cara de los más débiles, la cara de un niño, y no la de un niño cualquiera, sino la de un niño pobre, un niño que nacerá en un establo y que viene a ser llamado el «amigo de los niños y de los pobres». Celebrar la Navidad no es celebrar un cumpleaños, es mucho más, Jesús sigue viniendo hoy a nosotros, y María sigue buscando en este mundo un lugar confortable para que su hijo nazca, a pesar de no contar con grandes recursos. Nosotros somos grandes conocedores de esta historia pero, aún así, le seguimos cerrando la puerta a esa futura madre, seguimos condenándola al lugar que por su condición económica le corresponde, a un establo. Celebrar la Navidad es celebrar que Jesús está entre nosotros, que Él viene para desterrar de este mundo la injusticia, pero esa noticia jamás abrirá un telediario a no ser que muchos nos pongamos a su lado trabajando en pos de la justicia. Jesús, Dios, nació en el seno de una familia humilde y rodeado de pobreza en un pesebre, según el Evangelio de Mateo, porque no había sitio para ellos en el albergue. Si Jesús volviera a nacer hoy, seguramente no tendría sitio tampoco en el albergue… En estos días estamos tan preocupados por nuestras grandes cenas, por colmar a los pequeños de regalos, por decorar nuestras casas que nos olvidamos de lo primordial, Jesús sigue naciendo hoy entre nosotros, cada niño que nace es un mensaje de Dios diciéndonos «sigo a vuestro lado, sigo confiando en vosotros». Hace poco en los telediarios salía la noticia de que ya ha nacido el habitante 7.000 millones en este planeta nuestro, una pequeña niña filipina de nombre Danica. La habitante 7.000 millones viene a nacer también en un país donde casi un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Danica fue la elegida por los miembros de la ONU para ser nombrada el habitante 7.000 millones, y nació en un hospital público, pero a la vez que ella, en otros rincones del planeta, o incluso en las propias islas Filipinas muchos niños estaban naciendo en un establo, en la calle, o en cualquier sitio que dista mucho de ese albergue que a María le fue negado, o de ese hospital que hoy vemos como el lugar más normal para dar a luz. Desde Misiones Salesianas queremos desearte una feliz Navidad, que abunde en ti la alegría, que puedas disfrutar de tu familia y amigos, que grites al mundo que estás alegre porque es Navidad… Pero queremos también que no dejes de lado el verdadero sentido de la Navidad que celebres el enorme milagro de la vida y que en medio de la vorágine de regalos y cenas te acuerdes de aquellos que siguen naciendo hoy y que con tu ayuda no vivirán una Navidad sin regalos, porque el mejor regalo que puedes hacerles es ayudarnos a llevarles una sonrisa y un futuro. ¡No les cerremos las puertas del albergue!
Lorenzo Herrero
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