Queridos Laura y Raúl:La última vez que os escribí os invitaba a hacer balance del curso vivido y ya veis de nuevo al habla con vosotros a comienzos de uno nuevo. El tiempo es inexorable, de hecho se junta el inicio del curso y las ansiadas vacaciones en un abrir y cerrar los ojos. Hace cuatro años – y parece que fue ayer- participé en el Campobosco. ¿Que no sabes qué es? Una experiencia que no debes perderte, no te digo más… ¡investiga! De esos días vividos en Turín y Mornese, lo que algunos definen con acierto como la Tierra Santa salesiana… me quedo con una frase de Don Bosco que, su sucesor hoy, el Rector Mayor, Pascual Chávez, repitió en la basílica de Turín, a los pies de Mª Auxiliadora y rodeado de cientos de chavales como vosotros: «Jóvenes os quiere felices aquí y en la eternidad». Lo de ser felices aquí, en el aquí y ahora, no viene siendo en exceso complicado: todo el mundo vende felicidad y el «carpe diem» pasa a ser ley establecida; sin embargo, lo que más me hizo pensar fue la segunda parte: Felices en la eternidad… quot;Largo me lo fiáis, amigo Sanchoquot; – diría don Quijote-.Como salesiana y educadora esa idea quedó en el corazón dando vueltas. ¿Quién le vende esta felicidad a los jóvenes? Me sentí un poco, o un mucho, responsable.Ya veis, Raúl y Laura, es como aquel del cuento que va de compras y cae, en manos del negocio publicitario: «Ofrezco todo aquello que desea tu corazón». Todas las papeletas para tratarse de publicidad engañosa, aún así el cliente pica y descubre con sorpresa a Dios tras el mostrador, y tras relatar un largo pedido de los mejores productos de mercado tan especial (¡imaginaos a vosotros mismos ante el mostrador!), con sorpresa escucha que en el establecimiento no se venden frutos, tan sólo semillas.Raúl y Laura, quienes a vuestro lado caminamos, quienes os queremos felices (aquí y allí), os ofrecemos con cariño todo lo mejor que podemos y sabemos… pero no olvidéis que son tan solo semillas, eso sí de la mejor calidad… os toca a vosotros el cultivo, y el tiempo es vuestro cómplice.»No hay tiempo que perder», repetía Madre Mazzarello a sus hermanas y a las niñas de Mornese…Termino compartiendo con vosotros parte de una oración, que me gusta rezar de vez en cuando, y que desde entonces también la recito pensado en vosotros, y en las semillas que muchos dejamos en vuestras manos:Peldaños de eternidad me ofrece el tiempo en su huída,si, ascendiendo paso a paso, lleno mis manos vacías.Sembraré, mientras es tiempo, aunque me cueste fatigas.
Paloma Redondo
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