Hay, como sabemos, diferentes modos de legalizar la unión entre dos personas para vivir en sociedad. Esta realidad puede ayudarnos a entender otro tipo de unión menos regulable: la de los jóvenes y la música. Ante la evidencia de años de excelente convivencia entre ambos, no cabe otra alternativa que aceptarla de buen grado, aunque no todo haya sido y sea un camino de rosas. Parece que ambos se llevan francamente bien: se gustan, se entienden y se necesitan mutuamente. Es como si estuvieran hechos el uno para el otro. Los que sois jóvenes podrías dar ávida cuenta – mejor que yo – de esta apasionada relación. Los que hemos dejado de pertenecer a este grupo sociológico hace relativamente poco, tenemos reciente esta aventura y, en muchos casos, seguimos viviendo de ella. Quienes hace ya mucho que pasaron por esos maravillosos años, quizás tengan más dificultades para aceptar esta “heterodoxa” manera de entender la vida (porque, en el fondo, lo que la música expresa es una cosmovisión y lo que configura es un sistema de valores). Lo importante, más que lamentarse o ignorarlo, es reflexionar sobre el fenómeno con una doble finalidad: primero para aprender a dialogar con sus protagonistas y segundo (pero no menos importante) para comprender ambas realidades (jóvenes y música) y acompañar lo mejor posible a quienes representan el futuro de un mundo mejor.
Maite López
No hay Comentarios