Nadie es malo, peligroso, atrasado –menos aún despreciable- porque tenga la piel negra. Malo es tener negro el corazón. ¿Hay blancos con el corazón negro? ¡Y también sin corazón!Píntame angelitos negros, cantaba Machín. Allí sí que hay angelitos negros. Pero sin alas, sin cielo, sin ni siquiera sueños. A alguno no le vi, en todo el tiempo, ni una sonrisa. Ni lágrimas. Quizás ya no tenían. Otros, los más, ¡cómo ríen, cantan y danzan! Llevan el ritmo pegado a la piel. Como no tienen nada – ni zapatos-, nada les pesa. No echan de menos ni añoran. No sufren desesperanzas porque no esperan.La mejor experiencia, sin duda, no es adentrarse en un continente sino dejar que el continente entre en uno mismo.Pocos ángeles custodios para tantos angelitos Muchos angelitos africanos nacen, crecen y mueren en la calle (48 años es la esperanza de vida en Mozambique). Sin padres, sin higiene, desnutridos, con sida, malaria, sin cultura…Sólo alguno encuentra un ángel custodio, religioso o voluntario. Si el salario mínimo es de 30 euros al mes, con un euro al día, puede –debe- vivir una familia. En ese contexto di un curso a educadores y animadores (de 18 a 28 años), que atendían a los niños: ángeles de los angelitos. Colaboran con dos voluntarias –Laura, italiana, y Teresa, española-, fundadoras-animadoras de cuatro centros de niños recogidos, cúmulo de mil carencias. Los llaman Lar de la Esperanza. Construyen otro centro para adolescentes. ¡Qué temple humano y cristiano tienen estas dos seglares! ¿Su fuente de “sustentación”? Una familia italiana y los voluntarios que han pasado por allí.¡Qué sorpresa al bajar del avión en Pemba (norte de Mozambique, a unos 2.700 kms. de Maputo, capital)! Un grupo de niños y jóvenes esperaban cantando -¡me esperaban!- cantando. Lo supe cuando me acerqué al edificio del aeropuerto. ¡Preciosa bienvenida! Entre letras sencillas y entrañables en portugués, repetían como ritornello: “Titío Alfonso”… Los pasajeros alucinaban. Yo me emocioné. Les saludé uno a uno mientras cantaban. Canté con ellos. Al mismo tiempo, recordaba imágenes de otros niños de Haití, Togo, Perú, República Dominicana…que había contactado años anteriores. Me encantan porque cantan mucho y lloran poco. ¡Y qué lindos sus blancos dientes y sus ojazos, luna radiante en medio de la noche de su piel…cuando ríen!Educadores del Lar de la EsperanzaLos educadores del cursillo provenían también de situaciones de calamidad y miseria. “Sólo los pobres pueden salvar a los pobres”, había dicho Raoul Follerau, el gran luchador contra la lepra. Estos jóvenes eran muy capaces -¿los más capaces?- de entender y de educar a tantos niños de problemática similar.Uno contaba cómo su familia había estado secuestrada dos veces durante una larga y cruenta guerra. Otro, cómo su madre –una vez a la semana- tenía que hacer 10 kms para buscar agua. Aquel otro hacía 5 kms a pie para ir a la escuela. Las casas fabricadas con cañas, adobe o bloques. La calle era a menudo un muladar, hormiguero donde pululaban multitud de niños y jóvenes. El hambre, la malaria, el sida… diezma la población (¡el 20 % con sida!). ¡Es el África negra! Unas veces faltaba la luz, otras el agua, otra se me inundó la casa. Paciencia y humor alivian miserias. Y el arroz, a casi todas las horas, alivia el hambre.Fue una noche apacible como todas. Dormía yo solito y tranquilo en la”casa de los voluntarios”, a tan solo 200 metros del mar y a su mismo nivel. “Alfonso, Alfonso”, oigo gritar a la puerta, a media noche. Me levanto. “Vístete rápido, está anunciado un tsunami para dentro de unos minutos. Rápido, rápido, no cojas nada, la vida es lo que importa”. En dos camionetas –a toda velocidad- fuimos recogiendo los niños de los distintos centros para llevarlos a otro más del interior y más en alto. Nervios, miedos…La radio poco a poco fue rebajando la alarma. Relativo alivio. Intenté dormir en la cabina de una camioneta. ¿Dormir? Cualquier ruido era sospechoso… Así en frío, ¡sólo es pura anécdota!Ávidos de aprenderFueron 15 días intensos de formación. Qué gozada. ¡Qué inteligente decisión de las voluntarias: organizar todo para que los educadores pudieran formarse bien! Inigualables en puntualidad, ansias de aprender, espíritu de equipo, apertura de mente, disponibilidad y gratitud por lo que se hace con ellos… Todos llenaron su cuaderno de apuntes. Era su biblioteca. Ni siquiera los que estudiaban algo por las tardes disponían de libros.Mis 14 libros en portugués eran devorados en los tiempos libres. Saben que sin cultura los pueblos serán siempre dependientes y esclavos. Ellos, tristemente, lo serán por mucho tiempo. Los buitres del desarrollo turístico ya sobrevuelan la bella bahía. La paloma del Arca y las aves de la cultura llegarán bastante más tarde.Nuestra Arca de la Alianza del cursillo era una familia: mozambiqueños de distintas etnias, lenguas, religiones (animistas, musulmanes, protestantes, católicos). Había paz, ilusiones y alegrías compartidas. Todos rezaban y cantaban al buen Padre Dios. Ellos nos catequizan a nosotros, perdidos en los laberintos religiosos que nos fabricamos, sobre interreligiosidad y ecumenismo. “Su” Dios les une más, les da fuerza, les hace más humanos, mejores educadores…Dios, cuando lo dejamos, siempre cumple su papel.Tras algunos titubeos, opté por echar la película de Don Bosco. Alucinaban. ¡Se parecía tanto a lo que ellos vivían! Cinco querían hacerse salesianos. Preguntará alguno: “¿De Nazareth puede salir algo bueno?”. La historia lo responderá.Un brujo conmovió los cimientos del barrio. Es que sea el que sea el nivel de culturización, el alma africana sigue latiendo en todos. Hasta la piel puede cambiar antes que el alma. Mis nuevos amigos se repartieron mis camisetas y otros objetos como recuerdo. Seguro que también se quedaron con parte de mi espíritu. Yo, de ellos, me he traído todo ¡Y a todos! Sus nombres están escritos en mi mano. Sus cantos de despedida en el aeropuerto ensancharon mi corazón y mis horizontes. Aquel rincón de sombras iluminó más mi mundo.
Alfonso Francia
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