Queridos amigos: Me imagino que habréis caído en la cuenta de que ha cambiado el director del Boletín Salesiano. Sé que echaréis mucho de menos a nuestro querido Alfonso Francia, que durante ocho años ha dirigido con agilidad y competencia, con sensibilidad y buenhacer esta revista. Y además, os confieso que el nuevo director, que os escribe estas primeras líneas de afectuoso saludo, no tiene la fluidez lingüística y el estilo desenfadado del admirado Alfonso. Como dicen por mi tierra “ca uno es ca uno”. Pero contad desde el principio con mi afecto, con mi trabajo, con mi persona para ir desentrañando y discerniendo con todos vosotros, lectores y colaboradores, los signos de Dios en nuestra historia de cada día, desde la perspectiva salesiana. Este número de octubre tiene un núcleo específico: las misiones. Ya sabéis vosotros que el 24 de octubre celebramos el Domund. Misiones, domund…nos pueden todavía sonar a “negritos” y “colectas”. Y perdonad la impertinencia. Ya tenéis una idea más profunda y más amplia de lo que significa la misión de la Iglesia y de cómo en los últimos años las misiones ya no están simplemente en tierras extrañas. El que llamábamos Tercer Mundo está entre nosotros definitivamente. Para corroborarlo basta con abrir los ojos a la realidad cotidiana: Los inmigrantes, con papeles y sin ellos, que forman parte del paisaje urbano de nuestras ciudades y las pateras cargadas de subsaharianos de todas las edades que no cesan de llegar –cuando no acaban trágicamente- a las costas de Andalucía y Canarias. Pero además, nuestro Primer Mundo se está convirtiendo a pasos agigantados en tierra de Misión. Son las misiones de allí y de aquí. Con todo, el Domund 2004, igual que en años anteriores, nos sigue remitiendo al Tercer Mundo. Las noticias que llegan de Darfur (Sudán) y de otros lugares de África, además de refrescarnos la memoria, remover nuestras conciencias y movernos a la solidaridad, son un claro ejemplo de que la actividad misionera de la Iglesia sigue teniendo en ese continente un lugar privilegiado al que llevar la compasión y el mensaje de Jesús. El Domund 2004 pone el acento también en otras cuestiones de gran importancia para todos nosotros. “Es la hora de tu compromiso misionero” dice el lema. Se nos recuerda a todos los bautizados que ha llegado el momento de comprometernos, que todos estamos llamados a colaborar con la actividad misionera de la Iglesia ya sea en tierras de misión, ya sea con la solidaridad en los ambientes de inmigrantes, ya sea con la oración y la aportación económica. Todos estamos llamados al anuncio del Evangelio desde la coherencia y el testimonio. Hay otro aspecto que no puede pasarnos desapercibido: Como nos recuerda el Papa en su mensaje del Domund, la Eucaristía y la Misión son inseparables. De la Eucaristía brota el sentido de nuestro compromiso, en ella celebramos el Amor del Padre, que se hace presencia y luz en Jesús, y que nosotros queremos anunciar a los hombres y mujeres de este mundo sostenidos por la fuerza del Espíritu. De don Bosco hemos heredado como Familia Salesiana una viva vocación misionera: educando y evangelizando a jóvenes y adultos de ambientes populares, aquí y allí, seremos consecuentes con nuestra opción cristiana. Acojamos con generosidad el mensaje del Domund 2004.
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