“Abril de 2013. Una bomba cayó justo enfrente de nuestra casa. Rompió puertas y ventanas y comenzamos a pensar seriamente en dejar el país para salvar nuestras vidas”, cuenta Samer, un refugiado sirio acogido hace más de un año en una casa salesiana española. Samer vino con su mujer, Lina, y ambos, cuentan que “éste ha sido el viaje más peligroso de nuestra vida”. Desde que tomaron la decisión de salir de Alepo hasta que llegaron finalmente a España pasaron cuatro largos meses.
Samer y Lina son dos de los más de 350.000 refugiados que han cruzado el Mediterráneo para llegar a Europa en lo que va de año, según cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Ellos mismos creen que son dos personas con suerte, ya que más de 2.500 personas han perdido la vida en el camino.
Mientras miles de personas se juegan la vida cada día, familias, niños, jóvenes… Europa y la comunidad internacional todavía no aciertan en dar una verdadera solución a este problema. Aún tenemos en nuestra retina la imagen del pequeño Aylan en la playa, pero ¿cuántos Aylan mueren en las aguas mediterráneas mientras los líderes internacionales luchan por cuotas de acogida?
La crisis de refugiados que se está viviendo en Europa es sólo comparable a la que se produjo en la II Guerra Mundial. La respuesta de muchos países europeos, como Hungría, es blindarse, construir muros… Sin embargo, “los muros no son la solución”, decía hace unos días el Papa Francisco. Además, daba una recomendación a los Estados, que en vez de gastar dinero en defenderse, lo invirtieran en ayuda al desarrollo.
Desde Misiones Salesianas no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante el dolor de aquellos que se ven obligados a abandonar sus hogares para tratar de salvar sus vidas y las de sus familias. Por ello, lanzamos una campaña para dar respuesta a una emergencia real. Por un lado, ayudar a aquellos que llegan, sobre todo a los menores no acompañados que cruzan nuestras fronteras. “Estemos disponibles para acoger en nuestras obras a las familias de migrantes, en particular, prestemos atención a los menores no acompañados y a los jóvenes. Alojemos al menos una sola familia, haremos mucho”, decía el Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, como respuesta salesiana a la tragedia. Y así, por ejemplo, los Salesianos en Alemania ya tienen en marcha un proyecto en el que más de 400 menores están siendo acogidos en once obras salesianas de todo el país. En Líbano y Turquía también los misioneros salesianos tienen en marcha proyectos de acogida a refugiados y de apoyo a los niños y niñas de Siria e Irak.
Sin embargo, no podemos olvidarnos de la situación que se vive dentro de Siria, donde los misioneros salesianos siguen al lado de la población, sobre todo de los menores. En Alepo, Damasco y Kafroun, los misioneros tratan de que los niños, niñas y jóvenes encuentren espacios seguros donde puedan jugar, reír y olvidarse de la difícil situación por la que atraviesa su país.
“Por primera vez me he encontrado con la guerra. He visto el terror en los ojos de las personas… pero también he visto un grandísimo testimonio de vida cristiana, de vida salesiana y de gran dignidad en aquellas gentes, en aquellos cristianos, en aquellos hermanos”, explicaba hace unas semanas Stefano Martoglio, consejero regional del área Mediterránea, sobre lo vivido en su viaje a la zona a principios de año.
Hoy es el momento de ofrecer lo que podamos a estas personas que valientes se lanzan al mar con la esperanza de encontrar paz, de comenzar una nueva vida, de mirar al futuro de frente y dejar atrás el sufrimiento vivido.
Ana Muñoz
Fotos autor:
- Misiones Salesianas
- ANS
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