Queridos Héctor y Leire:
Hoy me decido a escribiros de nuevo.
Hacía algún tiempo que no lo hacía
y ya lo echaba de menos. El otro día
me sucedió algo que, al momento
de ocurrirme, pensé en que os debía hablar de ello en la siguiente carta.
Un grupo de amigos quedamos
para tomar algo un domingo por la tarde
en un pequeño bar de Madrid, sitio
en el cual poder sentarse y charlar
no es sinónimo de aburrimiento. Hablamos de muchos asuntos. Probablemente
los temas tratados no sean los que vosotros tratáis en vuestro grupo de amigos.
Son distintas edades, es lógico. Pero hubo un tema en el que ahondamos bastante
y fue muy ameno y gratificante
poder tratarlo abiertamente: la santidad. Una realidad también vuestra. Cada uno
de nosotros opinaba acerca de ello. “¡Tantas maneras de ser santos!”, decíamos.
Pero a mí me llamó mucho la atención cuando debatimos la santidad que se logra
a través del martirio. El martirio
es el sufrimiento, tormento y muerte
que una persona padece por defender
sus creencias religiosas o ideales. Un amigo recordaba la persecución y martirio
de los primeros cristianos
del siglo I al IV después de Cristo. Otro,
de los mártires Claretianos de Barbastro… o de san Pedro y san Pablo.
Yo, como no podía ser de otra forma,
de tantos y tantos Salesianos que murieron en la época de la Guerra Civil Española.
Lo importante de aquello fue recordarles como personas normales, como vosotros o como yo mismo, que no dudaron
en ningún momento en querer a Jesucristo y no renegar de Él, fueran las consecuencias que fuesen. Me gustaría que reflexionarais. Dejad por unos momentos los móviles, tablets o videoconsolas que tanto
os absorben y recapacitad en la posibilidad real de la santidad. El Papa Francisco
en octubre de 2013, en la beatificación
de 522 mártires de la Guerra Civil española, imploró su intercesión diciendo “para ser cristianos concretos, cristianos con obras y no de palabras, para no ser cristianos mediocres, cristianos barnizados
de cristianismo pero sin sustancia;
ellos no eran barnizados, fueron cristianos hasta el final”. La santidad como martirio. En una situación parecida, ¿sería mi fe, sería vuestra fe, tan grande como para dar vuestra vida por alguien,
y más concretamente, por Jesús? Nosotros pudimos darnos cuenta que nuestra fe, pobres de nosotros, era muy débil,
poco “segura”. Y vosotros…
¿cómo sería vuestra fe? Para ayudaros
en vuestra reflexión, os mando tarea. Quiero que indaguéis en la vida de dos misioneros salesianos: Luis Versiglia y Calixto Caravario. Quizá ellos os puedan mostrar qué importante es dar la vida por los demás y entregarla hasta el extremo.
Daniel Díaz-Jiménez Carmona
No hay Comentarios