Su boca busca ansiosa tu pecho, sus labios se agarran a tus pezones con la fuerza que los condenados a la horca tratan de agarrarse a la soga, en un último intento de aferrarse a la vida. No conoce tu nombre, y poco importa que te llames María, Lucía, Pilar o Mónica. Tu nombre son tus actos, él es tu vida, tu nombre es MADRE y el pequeño que sostienes entre tus brazos te reconoce como tal, eres el único tablón al que puede asirse ese pequeño naufrago que sin saberlo ha nacido en la cara oscura del mundo.Su vida estará marcada por el lugar donde ha nacido, África, ese continente tan cercano y lejano a la vez, dicotomía indisoluble, fiel reflejo de una sociedad moderna que cosifica a las personas. África, la gran desconocida, el continente expoliado, el lugar donde ese niño que ha nacido en una cabaña comienza un cruel combate, la lucha por la supervivencia.Un mundo, dos realidadesEstamos en Septiembre, los niños vuelven al colegio tras las vacaciones, vacaciones donde los padres, los abuelos y demás familiares han disfrutado de la algarabía propia de tener a los pequeños en casa. Esa algarabía que a veces se hace insoportable, las quejas en el coche camino de nuestro lugar de veraneo, los “me aburro” repetidos hasta la saciedad, las preguntas sin respuesta, la impotencia de estar deseando darse un chapuzón y no poder comprender porque lo retardamos con la excusa de que hay que hacer la digestión, el ruido a la hora de la siesta… Padres y madres hastiados de niños durante un verano que se hace largo, larguísimo por la presencia de los hijos en casa durante todo el día. Pero vivimos en una sociedad que tiene soluciones para todo, poner parches es sencillo: los abuelos se pueden quedar con el crio, en el fondo les hace mucha ilusión estar con ellos, campamentos urbanos, campamentos de inglés, campamentos de deportes… África no tiene campamentos de verano, África no tiene vacaciones, la lucha por la supervivencia no permite tomarse un respiro. A veces nos sorprende encontrarnos en las piscinas de nuestros pueblos algunos niños saharauis que han conseguido escapar de esa lucha por un mes con programas que muchas ONG’s propician. Pero tú, madre africana, cuándo tienes vacaciones.Madre que sufreMadre africana, mujer todoterreno, trabaja en casa, a veces va al mercado a vender, cocina para su prole, va al pozo a por agua, cuida de que no le falte nada a su marido, sufre, sufre mucho al ver como sus pequeños mueren, pero ella no va a perder la compostura. Madre africana, has visto morir a muchos pequeños, los has visto morir de hambre, los has visto morir de enfermedades relacionadas con el agua, los has visto morir por picaduras de insectos que disputan contigo en la carrera por la vida. Has visto morir ya a tantos, incluso algunos han muerto en tus brazos, pero no puedes pararte en lamentos, otras muchas bocas están esperando ser alimentadas por ti. Te tragas las lagrimas, absorbes el dolor por la muerte de una parte de ti y es de esa fuerza de la que se alimentan el resto de tus hijos. Estamos acostumbrados a tener todo lo que necesitamos, y mucho más, la austeridad es un valor perdido en nuestra sociedad occidental, y quejarnos de lo dura que es la vida es uno de nuestros deportes favoritos. Llegamos a nuestras casas después de una jornada de trabajo hechos polvo, nos tiramos literalmente al sillón, y nos cuesta ponernos en marcha, hay que preparar la cena, hay que planchar la ropa, poner una lavadora… Nuestros hijos se aburren, los jubilados no saben en que emplear su tiempo libre, las alternativas de ocio crecen cada día, cenas y cines, deportes, teatro, discotecas… Nos cuesta muchísimo imaginarnos un mundo sin todo eso.Se puede vivir sin…Es por ello que cuando veo las fotografías que llegan a la procura de misiones, cuando tengo la oportunidad de charlar tranquilamente con uno de los muchos misioneros salesianos que desarrollan su labor en África, me emociono, me conmueve ver que se puede vivir sin todas esas cosas que hoy se han hecho imprescindibles para nosotros, que se puede vivir sin un teléfono, que se puede vivir sin televisión, que uno puede vivir plenamente su juventud sin discoteca, que uno puede ser un niño sin necesidad de parques de atracciones ni golosinas, que alguien puede ser madre trabajadora sin guardería.Es por ello, que hoy en Septiembre quería hablaros sobre ser madre en África, y quería contaros como las madres van a la escuela para formarse para ser más útiles a su comunidad, para poder ofrecer a sus hijos un futuro mejor. Resulta curioso, como en África las madres van a las escuelas que hay en las misiones acompañadas de sus hijos, madre e hijo forman un solo cuerpo mientras el no se puede valer por si mismo. La cabeza en su espalda, el niño duerme, la madre aprende a escribir, la boca en el pecho el niño se alimenta, la madre sonríe, la espalda en el pupitre, el niño llora y la madre cambia pañales.Hablar de la figura de la madre en África es algo para lo que necesitaría páginas y páginas, nosotros sabemos bien lo que es el amor de una madre, como ejemplo tenemos a María que jamás dejó de preocuparse por su hijo y que como tantas madres africanas vio sufrir y morir a su hijo, a la persona que más amaba. Hoy, en pleno verano, cuando evoco la imagen de un grupo de madres en la piscina con sus vástagos correteando en derredor, no puedo evitar recordar las fotografías de las madres africanas e imaginarme a María Auxiliadora en Togo, de piel negra, con un vestido colorido, yendo a la escuela y luchando por su hijo dando hasta su vida. El testimonio de los misioneros salesianos con los que he tenido el placer de compartir un rato de charla me hace decir gracias madres africanas, porque gracias a vosotras y al denodado trabajo de los misioneros podemos decir que en África hay vida, que África es la tierra de la esperanza. Gracias mamá África.
Lorenzo Herrero
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