Y más que explicar el contenido de las sesiones del curso quisiera resaltar aquello que más me impactó. La frase que se me ha quedado grabada es que “los monitores, además de esto, somos educadores, ya que transmitimos unos valores en los que creemos, al mismo tiempo que nuestras propias experiencias y conocimientos. De ahí la gran responsabilidad que asumimos ante los chicos y chicas que tratamos”. También me quedó muy claro que hay muchas formas de educar, aunque la mejor, en mi opinión, es la que se basa en el método preventivo que es el que utilizó don Bosco y cuyas premisas están fundamentadas, entre otras, en el diálogo y en el juego. Además de estos conceptos educativos básicos, aprendimos también otros sobre primeros auxilios y abrimos nuestra vida a la realidad intercultural, a la ecología y a la fe. La verdad es que desde el primer momento experimentas que te sientes en una gran familia donde todos se conocen y además te hacen sentir parte de ellos. Aunque en un primer momento la vergüenza te ponga las cosas difíciles, los compañeros te lo ponen muy fácil para integrarte. Con este ambiente, que fue inmejorable, tuvimos la confianza necesaria para hablar de todos los temas siempre respetando nuestros diferentes puntos de vista. En fin, que este curso me aportó mucho como persona y me dio mucha seguridad en mi misma, me hizo valorar mucho más las cosas que tengo y que nunca te paras a pensar que las puedes perder. Y, lo más importante, es que llegué allí con las manos vacías y, al final, me encontré con un gran grupo de amigos. Me llevé una experiencia que dudo se borre de mi corazón y de mi vida.
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