DATOS- El lema elegido para celebrar el 2011 como Año Internacional de los Bosques es: quot;Los bosques, para las personasquot;, con el objetivo de resaltar el papel fundamental de los seres humanos en su protección.- Los bosques cubren todavía más del 30% de todas las tierras del mundo, contienen el 90% de la biodiversidad terrestre y aproximadamente el 60% de toda el agua del planeta proviene de las áreas boscosas. En el actual contexto de cambio climático son esenciales para regular el clima, conservar la biodiversidad y lo suelos, y para asegurar los derechos y medios de vida de los pueblos.- Sin embargo, la transformación, explotación y degradación de los bosques siguen por senderos insostenibles que pueden convertirse en irreversibles a medio plazo. En las últimas décadas se sigue observando una elevada tasa de deforestación que hace que la disminución de la superficie de los bosques siga siendo brutal, lo que junto a una degradación forestal constante, hace que se esté poniendo en jaque a la biodiversidad forestal.- Las causas que señalan los expertos son todas provocadas por los seres humanos. Entre ellas figuran: la sobreexplotación y tala ilegal, la conversión a tierras agrícolas y ganaderas, la recolección insostenible de madera, la gestión inadecuada de la tierra, la creación de asentamientos humanos, las explotaciones mineras y petrolíferas o la construcción de embalses y carreteras.- Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), España tiene 14,4 millones de hectáreas de bosques, lo que convierte a nuestro país en el cuarto de Europa con mayores recursos forestales después de Suecia, Finlandia y Francia. El 88% de la superficie forestal de España tiene como función principal la protección contra la erosión del suelo y la desertificación, así como la regulación del ciclo hidrológico. El 12% restante son bosques productivos, que suministran gran parte de la madera que consume España.Una ecología socialSon muchos los que repiten hoy por todas partes que la naturaleza está en peligro. La humanidad ha adquirido una mayor conciencia de su responsabilidad con relación al deterioro del planeta y a su supervivencia. Todo el mundo se preocupa por el expolio de la naturaleza y por la conservación del medio ambiente. La Ecología se ha ido convirtiendo en Ecoética. Son muchos los documentos internacionales que contienen una seria advertencia sobre la responsabilidad que incumbe a la humanidad con relación al ambiente natural. Tampoco la Iglesia Católica puede desentenderse de esa preocupación. De hecho ya en los escritos del papa Pablo VI se encuentra una apremiante reflexión sobre el deterioro ambiental. Precisamente se cumplen este año el cuarenta aniversario de la publicación de la carta apostólica Octogesima adveniens (1971). En ella, reconocía Pablo VI que el ser humano ha adquirido la conciencia de que quot;una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradaciónquot;. Y añadía que las contaminaciones y los desechos de todo tipo constituyen una amenaza de enfermedad para el presente y de muerte para el mañana. En ese contexto, aludía Pablo VI a un marco antropológico más amplio para tratar de comprender la crisis: quot;No sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que la persona no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura que incumbe a toda la familia humanaquot;. Para Pablo VI el deterioro del medio ambiente es una de las consecuencias que se derivan de una determinada imagen del hombre y de una determinada ética o falta de ética. La práctica está determinada por la teoría. El fondo del problema es antropológico. De la comprensión del ser humano se deriva la orientación y la justificación de su actividad con relación a sí mismo y al mundo en el que vive. Una postura de autosuficiencia y una defensa de la autonomía absoluta del ser humano ha generado una determinada bioética y una determinada ecoética. Es evidente que el panorama que presenta la actual degradación del ambiente apela a la responsabilidad del ser humano sobre la naturaleza. Pero interpela también al hombre sobre la responsabilidad que se debe a sí mismo. La carta vincula el problema de la contaminación y de los desechos con otras formas de destrucción de la sociedad y de la vida humana. El texto papal muestra el horizonte de una ecología social. En unión con los demás hombres y mujeres, los cristianos hemos de sentirnos responsables del destino común de la humanidad.La ecología humanaJuan Pablo II apeló con frecuencia a la categoría de «ecología humana». La expresión aparece por primera vez en su encíclica Centesimus annus (1991): «además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar la más grave aún del ambiente humano, al que no se presta la necesaria atención». En efecto, nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los «habitat» naturales de las especies animales amenazadas de extinción, pero «nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica «ecología humana».En consecuencia, el Papa postulaba un urbanismo preocupado por la vida de las personas, una mayor atención a una ecología social del trabajo y unas estructuras más aptas para la convivencia.La primera estructura fundamental a favor de la «ecología humana» es la familia, como escuela de amor y libertad y santuario de la vida. Por tanto, «es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, que no puede estar asegurada por los simples mecanismos del mercado». Descubrir «la obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre es la primera condición de la libertad, que le permite ordenar las propias necesidades, los propios deseos y el modo de satisfacerlos según una justa jerarquía de valores». Sólo así la posesión de las cosas será un medio de crecimiento.En septiembre de 1993, Juan Pablo II afirmaba en Lituania que «la promoción de una ecología humana implica el respeto a todo ser humano desde su concepción hasta su ocaso natural, como base para una auténtica ecología cósmica». En la encíclica Evangelium vitae volvió a proponer, junto a la ecología que promueve la preservación del hábitat natural, una auténtica ecología humana: «ante la naturaleza visible, no sólo estamos sometidos a las leyes biológicas, sino también a las morales, cuya trasgresión no queda impune».Comenzado ya el nuevo siglo, en enero de 2001, el Papa afirmaba que «no está en juego sólo una ecología física, atenta a tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino también una ecología humana, que haga más digna la existencia de las criaturas, protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a las futuras generaciones un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador».La sociedad está hoy más preocupada por la suerte del planeta. Pero la situación no ha mejorado de forma significativa. Hemos ido más allá de los límites de un crecimiento sostenible. No hemos avanzado en el camino de la ecología humana.
José-Román Flecha Andrés
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