Pero quedaba todavía el problema de las familias pobres del centro, mucho más numerosas que los desplazados. En los años 70, se construyeron e inauguraron en el Polígono Sur los barrios de "Nuestra Señora de la Oliva" y de "Las Letanías", bloques de casas populares de seis mil y cuatro mil inquilinos cada uno. Cuando todavía en 1976 había que alojar a las familias jóvenes con rédito bajo, se construyó la "Barriada Murillo", una extensión enorme de casas de tres mil unidades, llamadas "las Tres Mil Viviendas", a las que en 1979 se añadieron otros tantos bloques con la Barriada Antonio Machado y la Martínez Montañés.Reunir a las franjas más pobres de la población en barrios populares y dejarlos fuera de la vista de la mayoría de los ciudadanos sirve, en períodos electorales, para convencer en la televisión de que este o aquel político ha hecho algo realmente concreto para resolver los problemas sociales. Esto sin tener en cuenta la posibilidad que da la construcción de casas populares de forrarse con millones, para sí y para los propios clientes, entre contratas, concesiones, consultas, abastecimientos. Por estas turbias razones el Polígono Sur ha nacido y se ha convertido en un gueto. Un gueto para las 32.000 personas que en él viven. Un gueto para gitanos (el 25% de los residentes), para trabajadores precarios (el 82% de la población activa del barrio), para los analfabetos (64% de totales o funcionales) y los parados (el índice del paro es del 40%). Segregación residencialEstas diferencias residenciales, que reproducen las categorías sociales (los ricos con los ricos,y los pobres con los pobres) contribuyen a perpetuar, y no a suprimir, las desigualdades. Este aislamiento de la población en sectores separados no favorece el conocimiento recíproco y fomenta conductas y prejuicios que llevan a concebir la ciudad como hostil, peligrosa e insegura, cuando en realidad no lo es. En un ambiente de alta segregación residencial como es Sevilla, pero igual ocurre en Varsovia, Nápoles o París, se produce un "efecto vecindario", o sea la idea de estar seguros solo en la propia casa y rodeados por gente del mismo nivel, con las mismas posibilidades económicas. Es una concepción que, lejos de permitir un intercambio recíproco entre las clases sociales, fomenta la reproducción intergeneracional de la pobreza y de la riqueza, con lo que los pobres no aprenden nada de los ricos y siguen siendo pobres y cada vez más marginados, mientras que los ricos no aprenden nada de los pobres y siguen siendo egoístas y cada vez más lejanos de la realidad.Algo sabe de esto la gente del Polígono Sur. El 2 de diciembre de 1996, en la barriada cercana de la Paz, se comenzó a notar un gran movimiento de excavadoras y bulldozer. Cuando alguien fue directamente al Ayuntamiento a pedir explicaciones, vino a saber que en el 1990, sin advertir a los habitantes del Polígono, se había modificado un apéndice del Plan Municipal y se establecía que en aquella área debía surgir el nuevo "Punto Limpio" de la ciudad, aunque en el Ayuntamiento nadie sabía o quería explicar de qué se trataba y para qué servía. Fueron los periodistas del diario ABC los que descubrieron lo que era realmente ese “Punto Limpio”: una escombrera. Un Oratorio parroquialMenos mal que en centro del Polígono Sur, en el corazón de la tristemente famosa Tres Mil (considerada como una de las zonas más peligrosas de España), está la pequeña parroquia de Jesús Obrero, confiada a los salesianos que son su oratorio ofrece una concreta alternativa a la calle para los ocho mil chicos menores de 24 años que viven en el Polígono. No es que sea el Radio City Music Hall, pero es de todos modos algo excepcional en ese escuálido ambiente metropolitano lleno de dejadez, miseria, cemento y basura. Don Pepe, el párroco, y don Ramón, el responsable del oratorio, dedican todo su tempo y su vida al barrio y a los muchachos que allí viven. Porque Ale, Víctor, Conchita, Rocío, Jesús, Perla, Rosalía, Zapata, Fran, Jhonny, Juan Carlos, Deni, Limone y los demás son pequeños ángeles que no merecen que los dejen abandonados en aquel infierno.Los chicos de las Tres Mil viven una difícil realidad. El bajo status económico, la alta movilidad y la heterogeneidad étnica del Polígono Sur son factores estructurales del crimen, de la conflictividad y de la inseguridad que dominan en el barrio. Por no hablar de la existencia de amplios grupos de personas, como los gitanos, víctimas de graves desigualdades y discriminaciones en el acceso a las oportunidades y a los servicios ofertados por la sociedad. Se diga lo que se diga, nunca se ha podido demostrar que la pobreza sea un factor determinante de la delincuencia, pero sí lo es la falta de instituciones, ya que en ausencia de condiciones normales de vida los que tienen más capacidad o capital social se trasladan a otra parte y quedan solamente los que quisieran irse pero no pueden, y el barrio termina empobreciéndose y degradándose cada vez más. Cuando lo normal es el horrorPor eso en el Polígono Sur a veces lo normal es el horror. El 15 de noviembre de 1999 Francisco Javier Oliver Tinoco, de 23 años, golpeó salvajemente con una barra de hierro y mató de una puñalada a su pareja Rafaela, de 15 años, embarazada de cuatro meses. Después se suicidó lanzándose desde la terraza de su casa en un séptimo piso. La autopsia confirmó que estaba lleno de cocaína. Pero la cosa no terminó ahí. La familia Tinoco pidió protección a la policía porque tres días antes había sucedido algo semejante y la familia de la joven había querido vengarse: hubo un tiroteo en la calle y cuatro heridos graves. El magistrado que se ocupó de ambos casos declaró a la prensa: "allí se mata a una persona y no pasa nada". Se refería a la “624 Viviendas”, una manzana a dos pasos de las Tres Mil, conocida como "Las Vegas", o sea, el supermercado de la droga. Cuarenta puntos de venta entre camellos. free lance y picaeros, donde casi exclusivamente se abastecen los treinta mil consumadores habituales de cocaína de la ciudad, como advierte en una circular de 2006 el departamento de Drogodependencias y Adicciones de la Consejería de Igualdad y Bienestar Social de Sevilla. La circular describe el perfil medio del drogadicto: entre los 30 y 40 años, buen nivel educativo, rédito medio-alto. Es decir, los mismos que han segregado a los pobres en el Polígono. En el barrio quedan los criminales, camellos, prostitutas, traficantes, con todo lo que trae consigo de tiroteos, ajustes de cuentas, delincuencia juvenil, mientras que ellos llegan en taxi, se paran, compran la dosis y se vuelven a disfrutársela en sus bonitas casas del centro. Ahora bien, el oratorio es, como todos los oratorios salesianos, un lugar seguro. Ahí no hay delincuencia, droga, violencia, malas compañías. Los chavales encuentran un ambiente sereno donde pasar el tempo, jugar, aprender y olvidar los problemas del barrio. Un alivio para ellos y para sus padres, que trabajan todo el día y no quieren que sea la calle la que piense en sus hijos. Es verdad que los chicos de las Tres Mil han crecido aprisa y que, aunque anagráficamente son muy jóvenes, ya saben distinguir el bien y el mal y a veces resultan ser más maduros que los mismos adultos que, como educadores, hacen voluntariado en la parroquia. Pero el lado oscuro del barrio, la pobreza, la resignación, el nihilismo son amenazas vidriosas y larvadas y, para combatirlas, no bastan las armas del buen corazón, la honradez y la sinceridad que los chicos de las Tres Mil, a pesar de todo, demuestran poseer en abundancia. Por eso los salesianos hacen todo lo posible para protegerlos y darles los instrumentos para combatir los males de la triste realidad que los rodea. Ante el fracaso escolarPero no solo el paro, la precariedad, la droga y la delincuencia amenazan el futuro de los muchachos del Polígono. Su verdadero gran enemigo es el abandono escolar, que en el barrio es una auténtica plaga social. El Instituto Nacional de Estadística español estima que el 90% de los alumnos que entran en el circuito de calidad termina con regularidad los estudios superiores y un 50% llega a la licenciatura. En cambio, solo el 60% de los muchachos del circuito del fracaso termina el bachillerato y apenas el 10% tiene la altura intelectual para poder ir a la universidad. Los salesianos lo saben desde siempre y, de hecho, en el oratorio de Jesús Obrero dos religiosas, Mari-Angeles y Milli, ambas maestras, organizan actividades extraescolares y coordinan a los maestros de apoyo voluntarios que siguen y ayudan a los muchachos en los estudios. Si es verdad lo que dice el P. Ferrero, que “quizás haya una puerta en el cielo para los amigos de Don Bosco”, entonces también Ale, Víctor, Conchita, Rocío, Jesús, Perla, Rosalía, Zapata, Fran, Jhonny, Juan Carlos, Deni, Limone y todos los demás , los niños de las Tres Mil, los chicos del oratorio de Jesús Obrero, encontrarán ciertamente su dimensión de tranquilidad y serenidad. Y en la vida harán algo bueno, para sí y para el barrio, porque, como ellos dicen, "nosotros de las Tres Mil tenemos un hambre terrible, pero en fin de cuentas somos todos buena gente". Es verdad, y el que nace ángel no puede morir demonio.
Giorgio Monteforti
No hay Comentarios