Vocación angelical
Director: Paco Arango; Guion: Paco Arango; Música: Nathan Wang; Fotografía: Javier Aguirresarobe; Reparto: Oliver Jackson-Cohen, Camilla Luddington, Jonathan Pryce, Jorge García.
“Lo que de verdad importa”, film que combina el realismo mágico, el sentido del humor y el drama y que es un film sencillo, simpático, muy agradable de ver y profundamente humano. Es precisamente esa vocación moralizante de la película la que ha sido maltratada por la crítica y muy bien acogida por el público. Su director, Paco Arango, es el presidente de la fundación Aladina, ONG que trabaja con niños y niñas que tienen cáncer.
La película cuenta la historia de Alec, un mecánico británico que vive una vida superficial y vacía. Es un joven vividor, mujeriego e irresponsable. Acuciado por las deudas del juego, acepta la invitación de un extraño tío suyo (muy parecido al de “Qué bello es vivir” de Frank Capra) que le propone ir un año a vivir a Nueva Escocia a cambio de pagar sus deudas.
Sin entender prácticamente nada, Alec emprende un viaje huida a Canada y se instala en un pequeño pueblo costero. Allí descubrirá que hay en su vida una capacidad de sanar enfermedades que él desconocía por completo. Ese don que tiene será para él un compromiso que va a complicarle la vida.
La película cuenta de entrada con la complicidad del espectador que, gracias a la publicidad, ya sabe que va a ver un film cuyos beneficios se dedican íntegramente a la fundación Aladina.
Hay en el film una reflexión importante: todos tenemos un don, son los otros los que nos ayudan a descubrirlo. Tener un don no es un privilegio, es un compromiso que puede complicar la vida del que lo posee pero dar sentido a su existencia. Alec experimentará que rechazar el don que uno lleva por pura comodidad comporta no estar bien con uno mismo.
En tiempos en los que sacar a la luz lo religioso parece que es un tabú o que sólo es propio del fanatismo más retrógrado, se agradece que el film hable de Dios con toda naturalidad y sencillez. Una dimensión espiritual (poco profunda, eso sí) recorre el metraje de una película que invita a ser mejores personas y a valorar más lo que somos y a los seres humanos que están cerca.
Al final aparecen imágenes de Paul Newman, “ángel” al que va dedicada la película, y de los niños y niñas con cáncer que son acompañados por voluntarios. Didácticamente Arango nos dice que hay muchas personas que tienen un don, que existen los ángeles solidarios y que cada espectador, si mira en su interior, puede descubrir ese don particular que tendrá que entregar a los demás.
Buena película para una mejor causa. Una invitación a la fraternidad, a la entrega, al voluntariado… allí es donde descubrimos lo de que verdad importa.
Y, no hay duda, si gana la solidaridad, gana también el cine.
Josan Montull
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