Cuando se están apagando ya un poco los ecos de las pasadas Olimpíadas de Pekín, no queremos dejar pasar en esta sección el hecho de que la mayoría de los participantes eran jóvenes. Una chica de 15 años, por ejemplo, ganó una medalla de oro en trampolín. Y el base de la selección española de baloncesto, Ricky Rubio, que asombró al mundo jugando sin complejos y con brillantez ante los mejores jugadores de la Liga Norteamericana (NBA), sólo tiene 17 años. Pues bien, algunos de ellos nos han brindado momentos emocionantes e interesantes, y merecería la pena que no pasemos olímpicamente de las lecciones que nos han dado estos jóvenes deportistas.Rafa Nadal o la fortaleza humildeUna de las estrellas españolas de los Juegos fue sin duda el tenista Rafael Nadal. Lo que más asombra y atrae de él es su fortaleza mental, esa energía y fuerza de voluntad que le hacen no dar nunca una bola por perdida, luchar en cada partido hasta la extenuación… e incluso un poco más allá.Dicen los sociólogos que en gran parte de los jóvenes actuales hay un desfase entre los valores finalistas y los valores instrumentales. Los primeros son las grandes metas o causas que se abrazan, mientras que los segundos son los medios necesarios -a menudo ingratos y molestos- para alcanzar aquellas. En general, hoy son los valores instrumentales los que faltan a muchos jóvenes: esfuerzo, constancia, sacrificio, capacidad de diferir los premios, trabajo… Los valores instrumentales son los actores secundarios que no son los protagonistas de la película, pero que son imprescindibles para que se luzca el protagonista. Así, para llegar a ser el mejor tenista del mundo, o sea, medalla de oro olímpica y nº 1 del ranking, hace falta trabajar a fondo esos valores instrumentales, que tan mala prensa tienen hoy (esforzarse, sacrificarse, perseverar, entrenarse, luchar…). Y Nadal, a los 23 años, es un maestro en ello. Y encima, todo apunta a que no se le ha subido a la cabeza. Parece ser capaz de mantener la humildad del primer día en que jugó un partido, y decir en una entrevista, recién acabada su final olímpica, que no se considera mejor que su mayor rival, el suizo Roger Federer, y que aún tiene que aprender mucho de él. Sensacional. Ojalá muchos aprendan (aprendiéramos) de su fortaleza y humildad.Yelena Isinbayeva o la concentraciónOtra de las triunfadoras fue la saltadora de pértiga rusa Yelena Isinbayeva. A sus 26 años ha batido de nuevo en la final olímpica el record del mundo y ha ganado con insultante facilidad la medalla de oro. Pero lo que me impresionó más de ella fue su forma de concentrarse antes del salto más importante. Yelena saca un enorme edredón blanco, se sienta en el suelo y se tapa completamente, de los pies a la cabeza, y así permanece, totalmente inmóvil y oculta, unos 3 o 4 minutos de los 5 de que dispone para hacer el salto. Después se dirige hacia su pértiga, corre y salta. Desde hace años, suele hacer eso en todos lo saltos importantes. Ella misma explicó en una entrevista el motivo: “Hago eso para mantener mi concentración y centrarme más, porque a veces me distraigo y me descentro de mí misma en el estadio. Así que, cuando me tapo, nadie puede verme y, de esa manera, intento encontrar energía en mi interior”.En realidad, uno de los problemas principales en nuestra vida actual es el ajetreo que nos hace vivir continuamente acelerados y sin capacidad de interiorización. El gesto de Yelena Isinbayeva nos muestra que sólo los que son capaces de entrar con tranquilidad dentro de sí mismos, y vencer los propios nervios y miedos, pueden hacer cosas que merecen la pena. Las palabras de la atleta rusa me recordaron otras, que tienen que ver con ellas mucho más de lo que parece a primera vista. Las pronunció el papa Juan Pablo II en mayo de 2003, en el encuentro con miles de jóvenes en el aeródromo de Cuatro Vientos: “El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. ¿De qué es capaz la humanidad sin interioridad?”. Por supuesto, el Papa se refiere a una interioridad llena de Dios, la oración contemplativa. Pero sabemos que nadie llega a la oración contemplativa sin antes pasar por una primera etapa, que es alcanzar la paz y la concentración interior, siendo capaz de serenarse y enfrentarse a solas con uno mismo en silencio. Es admirable que Yelena Isinbayeva lo consiga delante de miles de personas que aplauden y chillan, y sabiendo que hay muchos millones que la observan por la televisión.Fortaleza, humildad, concentración e interiorización… buenas lecciones de estos jóvenes campeones, ¿verdad?Jesús Rojano
Jesús Rojano
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