Anthony Leung es un joven clérigo salesiano nacido en Hong Kong (China) que completa su formación durante dos años en Sierra Leona. Es el segundo misionero en la historia salesiana salido de China. A diario visita escuelas salesianas, comparte con los menores juegos y catequesis y, sobre todo, contagia la alegría de Don Bosco para que, como él dice, en el futuro sean “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
La historia de su vocación y su labor diaria son un gran testimonio salesiano de fe: “Me bautizaron cuando yo era un alumno de primaria. En realidad yo no sabía nada de Dios y me preguntaba por qué había tanta gente que creía en lo que no podía ver. Mi maestro me dijo que sería muy bueno para mí en el futuro que fuera católico, así que simplemente acepté”.
Cuando entró en la escuela secundaria de los Salesianos -Escuela Tang King Po- empezó a conocer y a entender más acerca de Dios, Jesús, el Espíritu Santo, la Virgen María. “Todavía recuerdo cuando entré en la escuela; un salesiano me dijo que fui guiado hasta allí por María Auxiliadora y ahora miro hacia atrás y me doy cuenta de que era verdad porque he recibido muchas gracias de Dios y la protección y guía de María”, reconoce Anthony.
Un salesiano era el que en aquella época le hablaba y enseñaba. “El hermano Chu siempre compartió sus experiencias de Dios. Ahora puedo decir que Dios entró en mi mente y en mi corazón gradualmente, sin darme cuenta”, asegura el joven salesiano.
Después de su graduación, durante cinco años, tuvo varios trabajos: en el aeropuerto, en un hotel, en una oficina y hasta en una escuela… “Viví muchas experiencias. Estaba muy feliz porque ganaba mucho dinero para poder comprar cosas que quería, viajaba a otros países, tenía muchos amigos y hasta me enamoré de una chica, pero sentía que estaba perdido, solo e indefenso cada noche cuando llegaba a casa”.
Esa sensación estuvo en su corazón durante más de dos años y hasta abandonó la oración y dejó de ir a misa. “Puedo decir que perdí totalmente a Dios durante ese tiempo. Me di cuenta de que mi vida era inútil y desperdiciada pero no quería enfrentarme a la realidad y tenía miedo”, recuerda.
Sin embargo, se encontró con que Dios no lo abandonó. “Conocí a un salesiano misionero y me sacó del abismo. Era consciente de que necesitaba encontrar el sentido de mi vida y él me sugirió que mantuviera una relación muy estrecha con Jesús, porque Él podría decirme la voluntad de Dios sobre mí”.
En la Jornada Mundial de la Juventud de 2008, en Australia, sintió la llamada de Dios: “Aquella fue una experiencia muy buena para explorar más mi relación con Dios, sobre todo una noche, cuando el Papa levantó la Eucaristía consagrada. Sentí un sentimiento muy fuerte de que me estaba llamando a seguirlo, a trabajar para Él. Después de aquel viaje decidí entrar en el seminario salesiano. Hablé con mis padres pero la noticia los sacudió. Mi madre lloró y no nos hablamos durante casi una semana. Yo sabía que estaba profundamente afligida por mi decisión y yo también estaba triste porque no quería hacerles daño, pero realmente quería seguir el camino de la vida religiosa”.
Desde esa noche, Anthony sólo rezaba e, inesperadamente, ocurrió el ‘milagro’. “Mi madre habló conmigo y me apoyó animándome a seguir la voluntad de Dios con valentía. Al mismo tiempo, mi padre decidió convertirse al catolicismo y, de hecho, recibió el Bautismo en la Pascua de este año”.
Después de su noviciado, Anthony inició el posnoviciado en Hong Kong: “Me uní a un servicio de voluntariado en China llamado ‘Operación Antorcha’ por 10 años que me está permitiendo experimentar la vida de los misioneros en diversos países”.
Lo que más destaca el joven salesiano chino de sus experiencias en Filipinas, Mongolia, Australia, Ghana y ahora en Sierra Leona es “que estoy muy agradecido a Dios por concederme un carácter positivo, alegre y optimista para poder comunicarme con mi sonrisa, especialmente con los jóvenes y me alegro de compartir mi felicidad con todos ellos. La vida del misionero no es fácil, llena de desafíos y dificultades, pero confío totalmente en Él, porque estoy seguro de que Dios me está llamando a ser misionero y estoy listo para vivir este tipo de vida”.
Alberto López Herrero
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