Queridos amigos: Se acabaron las vacaciones. ¿Cómo lo hemos pasado? Espero que todos hayamos aprovechado estos días para descansar, disfrutar, divertirnos, estar más tiempo con la familia, encontrarnos con los amigos y familiares que hacía tiempo que no veíamos, encontrarnos con nosotros mismos y con Dios en la soledad y el recogimiento, participar en actividades organizadas por Salesianos y Salesianas, participar en voluntariados, aprender…¡Eso está muy bien! Todas las experiencias que en este sentido hayamos podido vivir durante el verano, nos serán sin duda muy útiles para encarar con garantías de éxito el nuevo curso que hemos empezado ya o empezaremos pronto. Sí, amigos, ha llegado septiembre, un mes en el que toca incorporarse a los quehaceres cotidianos después del tiempo vacacional. Para niños, adolescentes y jóvenes significa que se reanudan las tareas escolares que se interrumpieron allá por el mes de junio. ¡Cuánto antes nos hagamos a la idea de que comienzan otra vez las “clases”, mejor para todos! Además de preparar la mochila o la cartera, sería bueno, también, pararse un poco y escribir algunos y sencillos compromisos para el nuevo curso -los más pequeños, con la ayuda de sus padres, claro-, y poner todos los medios a nuestro alcance para tratar de llevarlos a cabo. Desde luego que se podrán seguir haciendo todas esas actividades que tanto nos gustan y tanto nos ayudan a crecer humana y cristianamente, pero sin olvidar que, en primer lugar, deben estar los estudios. ¡Esa es su responsabilidad principal, desde ahora hasta Navidad, por lo menos! Para quienes somos padres, abuelos, profesores, animadores, educadores, para toda nuestra familia salesiana, también comienza un nuevo curso. Los que trabajemos directamente en la escuela -o estemos de alguna manera implicados en ella-, tenemos la importante e ineludible tarea de hacer -o colaborar-, durante los primeros días del mes de septiembre, la programación general anual del curso. Es sin duda un buen momento para recordarnos cuáles son nuestros compromisos como educadores y cuáles los objetivos o la finalidad última de la educación salesiana, en los diversos ambientes y dimensiones de nuestro proyecto educativo-pastoral. Como decía don Bosco, la finalidad de la educación salesiana es hacer a los muchachos “honrados ciudadanos, haciéndolos buenos cristianos” (MBe IV, 25). Por eso decía también que, junto con la razón, la religión es el medio del que ha de valerse continuamente el educador” (MBe IV, 421). En efecto, amigos, para don Bosco, “sin religión, no se logra ningún bien entre los jóvenes” (MBe XIII, 479). O dicho de otra manera: “sólo la religión es capaz de comenzar y realizar la gran obra de una verdadera educación” (MBe III, 463). Como en otras épocas de la historia de la Iglesia, tampoco son fáciles estos tiempos para la educación cristiana. En España, concretamente, la enseñanza escolar de la religión tiene, como sabemos, un incierto futuro. ¿Clase de religión en la escuela? ¿Obligatoria para todos los alumnos? ¿Con valor académico? A estas y otras preguntas, que están en la calle, quiere responder el tema central del Boletín de septiembre. Nuestra respuesta es que sí, por identidad y por opción. Nos animan y acompañan en esta tarea educativa, Jesús, el Buen Pastor, María, madre, maestra y auxiliadora, y don Bosco, “padre y maestro de la juventud”. Con mi afecto y oración.
Pablo Marín S., Director
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