La Iglesia, el pueblo de Dios, forjado en Cristo, ha ido madurando durante veinte siglos en el mismo cauce de servicio a los hombres. Evangelizar es su gracia, su vocación, su identidad. Vive en solidaridad como en una estructura moral en la que se busca el bien común para todos y cada uno. Trata de ser camino de paz y compañera en el camino del desarrollo de cada hombre y de los pueblos. La misión es un hecho de fe en Cristo y en su amor por los hombres. Es ayudar a que el dinamismo divino que hay en cada hombre le transforme. Hacer participar de la comunión que viven el Padre y el Hijo.Las misiones son el mundo de los enviados y de los que los esperan y reciben. Es un mundo de encuentro y comunión. Los que van, misioneras y misioneros llevan la Palabra de Dios en este anuncio de Cristo: que Dios quiere un mundo nuevo en el que su justicia y su paz sean el aire nuevo de libertad para respirar la felicidad que Jesús quiere injertar en todos los hombres, la felicidad que da ser y sentirse hijos de Dios.. Los que esperan lo hacen con sus manos vacías abiertas y con el corazón más abierto todavía al bien que se les pueda ayudar a descubrir de ese nuevo Reino de Dios.
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