Quizá encontremos el vértice de la sabiduría educativa de mamá Margarita en aquellas páginas en las que don Bosco relata su primera comunión, a los once años: «Ella misma se las arregló para prepararme como mejor sabía y podía… Querido hijo, -decía- éste ha sido para ti un gran día. Estoy persuadida de que Dios verdaderamente ha tomado posesión de tu corazón. Prométele que harás cuanto puedas por conservarte bueno hasta el fin de tu vida… Desde aquel día, creo que mi vida ciertamente mejoró». El énfasis de don Bosco no es casual. Está convencido de la importancia decisiva, en la vida interior de un joven, de los sacramentos de la confesión y de la comunión. Fundados en esta base religiosa, insustituible para don Bosco, los otros “ingredientes” de la sencilla pedagogía de Margarita, resultan eficaces para la construcción de aquella excepcional personalidad de Juanito: el sentido del trabajo, la vida espartana (sobria, esencial), el sentido del deber, la generosidad con el prójimo y la caridad operativa, la lealtad y la sinceridad, la obediencia, el justo equilibrio entre juego y ocupación… Encontramos el ;i>Sistema Preventivo traducido en concreción operativa, en ejemplo vivido: razón, religión y cariño.
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