Ya está aquí, ya la empezamos a sufrir…otra vez. Otra vez el verano. Llega la ola de calor. Todos nos pertrechamos y afanamos para protegernos de tan sofocante situación. La ventas de aparatos de aire acondicionado se disparan, acudimos a las piscinas, en casa no faltan los refrescos. Los ventiladores y los abanicos se hacen compañeros inseparables; hasta las sombrillas y toldos ser enseñorean en las ciudades. Los más pudientes preparan ya la huida a otros lugares del Planeta. Y luego están los intercambios para los más jóvenes; que si a Irlanda a aprender el inglés, que si a un campus fantástico en Canadá, que si a practicar surf en las playas del sur de Francia… En fin, que llega el verano, la ola de calor.Y con este afán de huida, de hacer las maletas y de echar a correr, voy yo y, preparando unas reflexiones que debo hacer en voz alta, escribo la palabra “interiorizar” en mi ordenador y éste la subraya diciéndome que no la reconoce. Y, claro, me he molestado. Y pienso que tal vez el ordenador sea un reflejo de lo que muchos viven y nos quieren hacer creer: que vivir es huir, que solamente con dinero puedes combatir el calor y el tedio. Verano alternativoPero, por otro lado, me da la sensación de que, más que el calor, nos asfixia el consumo. Por eso propongo un verano alternativo, un verano que nos sirva para viajar hacia nosotros mismo e interiorizar la historia que vamos viviendo. Se me ocurren muchas cosas: leer (también algo intrascendente), ir al cine a ver alguna película humana o alguna de aventuras, de las que nos hacen recordar los buenos ratos de la niñez. Propongo caminar, respirar, hacer excursiones, saborear algún bocata y una cervecita con los amiguetes. Propongo ir a ver algún enfermo para refrescarle el verano con la sonrisa. También propongo hacer algún cursillo que nos ayude a trabajar mejor o simplemente a ser más personas. Propongo la noche, la risa y la verbena; las tardes de siesta, el botijo y la sandía; las terrazas de los bares y las visitas a los pueblos. Brindo los museos, los paisajes y las artes; los conciertos y el teatro. Y, esté usted donde esté, le propongo hablar con las personas y perder el tiempo contemplando el paisaje, la vida o la gente. Si su vida está vinculada a la educación, le recomiendo que no desconecte del todo, acondicione el verano de tal manera que pueda estar en contacto con chavales; en los campamentos, travesías, convivencias, colonias o vaya usted a saber. Ni se le ocurra pensar por un momento que ser educador dura lo que dura el curso.Y si usted pertenece a esa extraña ralea, entre los que me cuento, de hombres y mujeres que tienen fe, refrésquela también… y celebre la Eucaristía, y ventile su alma…y, de paso, como quien no quiere la cosa, lea algo que le ayude a dar razón de sus creencias y de su vida. Le propongo rezar, decirle a Dios cuánto le quiere o no decirle nada, limitándose a estar con él en el templo o en ese monasterio tan hermoso que le dice tantas cosas.Y no olvide dormir más y saborear cómo va pasando el tiempo cuando parece que no pasa nada…Y así, cuando llegue septiembre y todos regresen al curro con un moreno de alucine y contando viajes de ensueño, vaya usted y les diga sonriendo que en verano ha interiorizado, que se ha ido de viaje al interior de sí mismo y ha descubierto unas vistas fascinantes y que ya les enseñará las fotos… vaya, que de la ola de calor usted ni se ha enterado.
Josan Montull
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